Uno de los problemas de las dictaduras es que son terriblemente mentirosas y se sustentan en la más descarada de las demagogias. Las dictaduras pueden ser exitosas, pero en nuestro subcontinente han sido un fracaso, por ejemplo, las de los Duvalier o los Somoza, sin olvidar las cubana, venezolana y nicaragüense.

Estas tres dictaduras son las que defiende, alaba y por las que aboga la presidenta de Honduras, doña Iris Xiomara Castro Sarmiento. Lo hace en todos los foros y en la 78 Asamblea General de la ONU, no fue la excepción. Esas tres dictaduras que no nos cansamos ni nos cansaremos nunca de criticar, son estúpidamente empobrecedoras y descarnadamente represivas. ¿Por qué la presidenta insiste defenderlas en sus discursos?

Esto pudiera estar muy alejado de lo que a los salvadoreños les interesa, pues se respeta la libre determinación de los pueblos, pero, por favor, no se les olvide algo: los pueblos no son los que determinan su futuro, sino una camarilla de políticos ignorantes, ávidos de poder absoluto, del deseo de eternizarse y ser intocables y de hacer de un país su hacienda personal, por lo que hay que mantenerse vigilantes para que la tuberculosis que le ha pegado fuerte al vecino, no vaya a contagiarnos a nosotros.

En términos generales no estuvo tan mal el discurso de la mandataria hondureña, es decir, no fue el “yoísmo” cansino y agotador del presidente Nayib. Al contrario, habló de la comunidad internacional, del medio ambiente, de la guerra de Rusia contra Ucrania, de la situación económica mundial, de la necesaria unidad como pueblos latinoamericanos de luchar juntos para los males comunes, etc. En un foro de ese nivel es imperativo llamar la atención sobre temas trascendentales para todo el planeta y ella lo hizo.

El problema radica en insistir en la defensa de gobiernos tan pésimos. También, foro tras foro, conferencia tras conferencia, insiste en el golpe de Estado del 2009. Se le olvida que se firmaron acuerdos de paz y nunca se les impidió ejercer actividad política propagandista de ninguna forma. Se le ha otorgado la deuda política en las tres elecciones, no se ha encarcelado a ningún candidato y sus personalidades más importantes asisten y se expresan con total libertad en todos los medios de comunicación del país.

Pero no, ella vuelve y repite lo mismo con el victimismo con el cual se viste ante el mundo como si hubieran sido perseguidos los más visibles líderes de su partido. Habla de masacres, asesinatos, escuadrones de la muerte, etc., cuando los casos documentados y aceptados no pasan de 50 en un país de nueve millones. En fin, repite un discurso que a la comunidad internacional no le importa y a los hondureños ya los tiene cansados.

Si todo lo anterior pudiera dejarnos indiferentes, lo que en verdad asusta es la insistencia en el discurso de odio, al mejor estilo de su esposo de quien se sospecha es el que le hace los discursos, y no es por insultarla, sino que ella, antes de ser puesta como candidata, nunca aparecía en entrevistas, en foros, mucho menos en debates. No tiene una ideología, un plan, una visión de país, porque nunca los expuso. Eso lo hacía solo su esposo.

Toda su vida fue una ama de casa y fue a su consorte al que se le ocurrió introducirla a la política, ya saben para qué. Entonces no es de extrañar que sea él quien haga los discursos. Ese discurso de odio está dividiendo en dos bandos al país, muy grandes por cierto. A cada ciudadano le está poniendo un cuchillo en la mano: a los suyos y a los que están en contra.

Sí es cierto que la hondureña es una sociedad dividida por las injusticias sociales históricas, y por la corrupción, pero otra cosa es estar llamando al odio y al conflicto constantemente.
Tanto es el odio que destilan sus discursos que se lanza impúdicamente a tildar de corruptas a respetables organizaciones de la sociedad civil. Es como si el presidente salvadoreño se lanzara a criticar a FUSADES, FESPAD, la UCA... ¿Cómo? ¿Ya lo hizo? Bueno, pues...estamos fritos.

En el éxtasis de su discurso, arrebatada por la emoción, y con el mismo fin de seguir sembrando la semilla de la indignación que desemboca en el odio irracional, comparó a todos los que están en su contra como los nuevos magnicidas del más amado prócer hondureño, Francisco Morazán. Todo eso es, realmente, preocupante, porque es el inicio, exactamente, del chavismo y de la dictadura Ortega Murillo en el país. Ya veo venir el encarcelamiento de la oposición y el cierre de instituciones con la confiscación de todos sus bienes.