El asalto a la Embajada de México en Quito, Ecuador; la agresión física y sometimiento a su encargado diplomático, y el secuestro del exvicepresidente Jorge Glas, quien estaba bajo protección del Asilo Diplomático otorgado por el Gobierno de México, fue una operación ejecutada por fuerzas especiales de la policía ecuatoriana, acompañada de un cerco militar a la legación diplomática, ordenado por el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, en contra de la Convención de Viena sobre el respeto e inviolabilidad de sedes diplomáticas.

Este es un craso error de otro joven mandatario que siguiendo el errado camino del autoritarismo echó al traste el respaldo y correlación política, social y diplomática de que gozaba para enfrentar el grave flagelo de violencia en su territorio, de parte de grupos criminales vinculados al narcotráfico que pululan en ese país. La decisión del presidente Noboa de embarcarse en la agresión a la sede diplomática mexicana, motivado por escabrosas venganzas políticas, esta vez en persecución del exvicepresidente, Jorge Glas, quien fungió en el mandato del expresidente Rafael Correa; rompió el consenso para la gobernabilidad entre las fuerzas políticas ecuatorianas, que hoy demandan su renuncia al cargo por los graves efectos para Ecuador.

Esta afrenta a la soberanía de México violentó los principios del derecho internacional consagrados en la Convención de Viena de 1961, que en su art. 22 establece con claridad la inviolabilidad de los locales de las misiones diplomáticas, y que el Estado receptor está obligado a respetar y proteger. Esta es una afrenta sin precedentes, que ni las peores dictaduras del continente se atrevieron a transgredir. No se hicieron esperar las reacciones de solidaridad con el pueblo y gobierno de México, en respeto de su soberanía, y de la sólida tradición histórica en materia de asilo político consagrados en la Convención Americana del 28 de marzo de 1954, que contribuyeron a salvar miles de vidas en los periodos más oscuros de represión en el continente. Entre las reacciones destacan especialmente aquellas mociones de los países y organizaciones más influyentes de América y del mundo.

Este grave incidente diplomático afecta profundamente la capacidad de convivencia pacífica y unidad entre las naciones latinoamericanas. Además, pone en relieve la ausencia de liderazgos unificadores que trasciendan, superando la megalomanía de maquinarias de propaganda de aquellos seudolíderes incapaces de gestar y articular propuestas que trasciendan al hecho mediático superficial de la toma de una selfie en el podio de Naciones Unidas; una lamentable afrenta en momentos de graves amenazas a la paz mundial y la humanidad por las consecuencias de conflictos que desangran a los pueblos y tienden a regionalizarse hasta una posible hecatombe nuclear de la Tercera Guerra Mundial, tal como en reiteradas oportunidades lo advierte el Papa Francisco.

Este grave incidente diplomático pone en relieve la inmadurez y capricho de otro joven millonario incapaz de distinguir el respeto de las convenciones diplomáticas que tanto han costado para avanzar en la convivencia pacífica de la humanidad y los avances de la civilización. Esta fragmentación entre las naciones latinoamericanas distrae y debilita la capacidad de incidir sobre las consecuencias que trae a nuestro continente los graves hechos como el genocidio de Israel sobre el pueblo palestino; la ocupación Rusa sobre Ucrania con graves consecuencias para la población ucraniana; que están precedidos de la incapacidad de las potencias, la división de los países, y la debilidad del sistema de Naciones Unidas de anticiparse con acciones políticas y diplomáticas para desmontar amenazas; respetar las líneas rojas de seguridad, tal como siempre lo demandó Rusia; o, todas las resoluciones inaplicadas de la ONU, pasando por ignorar un cese al fuego, y el reconocimiento al Estado Palestino.

En las primeras 48 horas es admirable la respuesta de condena latinoamericana. La unidad nacional en defensa soberana de las principales candidaturas presidenciales en México. También las posturas de la oposición y movimientos sociales como la CONAIE en Ecuador, en repudio al desatino del presidente Noboa. Estas contrastan con el sospechoso silencio de Bukele quien, junto con Haití, son los únicos en guardar un silencio cómplice. Bukele, por la inmoralidad de sus acciones antidemocráticas como el asalto del 9F de 2020 a la Asamblea Legislativa; el golpe al poder judicial del 1° de mayo de 2021 y su inconstitucional mandato presidencial.