Hace unos días salió una noticia (¿falsa?) de la boca del vicepresidente de la república: China quiere comprar toda la deuda salvadoreña. En el ámbito financiero esta noticia se esparció muy rápidamente. Por suerte, de manera correcta, el ministro de Hacienda prácticamente tuvo que salir a desmentir al propio vicepresidente, quien en realidad no tiene incidencia en la toma de decisiones gubernamentales, especialmente económicas. De hecho, si el gobierno chino tuviera algún interés en prestarle dinero a El Salvador sería para la construcción de obras de infraestructura no para resolverle los problemas financieros.

Este hecho anecdótico que bien podría entrar en la categoría de FakeNews, pone en relieve un elemento que cada vez se volverá importante, no tanto en el ámbito económico sino particularmente en el contexto político de El Salvador: el factor China.

Más allá del rumor de la compra de la deuda, el propio presidente ha anunciado la firma de un tratado de libre comercio con China. Primero, es importante tener presente que para un país como El Salvador tener relaciones con una de las grandes potencias económicas como es China no es algo malo. De hecho, la mayoría de los países las tiene sin que ello represente algún tipo de riesgo para las economías de sus países.

El punto clave acá es el contexto en el que se dan las cosas. Por ejemplo, ¿realmente beneficiaría un tratado de libre comercio con China a la economía salvadoreña? Obviamente, esto dependería cuáles son las cosas que se vayan a negociar, pero en términos generales, un tratado de este tipo beneficia más a las empresas chinas que a las salvadoreñas. Por ejemplo, para 2021, El Salvador le compró 38 veces más el valor de lo que China compró a El Salvador. Además, ya se debería haber aprendido la lección que, en las firmas de este tipo de tratados, aunque siempre hay algunas pocas empresas beneficiadas, en términos generales la mayoría, especialmente las micro, pequeñas y medianas salen perjudicadas.

Por lo que este anuncio no se debe leer solo en clave económica, sino política. Porque sinceramente este tipo de decisiones no responde a objetivos de política pública sino a intereses particulares, donde se prioriza el beneficio para el presidente Bukele y sus aliados. Sin embargo, no deja de ser temerario poner en medio de este tipo de decisiones a la población salvadoreña, casi en medio de un choque de trenes norteamericanos y asiáticos. Por cierto, no hay que olvidar que en julio de este año el presidente Bukele tenía planeado ir de visita a Rusia, seguramente, con la misma estrategia, pero la invasión a Ucrania le ha trastocado los planes, por lo menos temporalmente.

Además, en un contexto donde el urgido es el gobierno salvadoreño, este está en clara desventaja al momento de negociar y puede terminar cediendo cualquier cosa que se le pida. Se debe recordar, por ejemplo, que ya China ha mostrado interés en el establecimiento de zonas económicas especiales, una especie de mini estados dentro del Estado salvadoreño, es decir privatizar parte del territorio salvadoreño. Este gobierno también ya ha indicado su interés en avanzar en este tipo de iniciativas, para no ir muy lejos el anuncio de la supuesto Bitcoin City se enmarca en esta lógica, por lo que no sería de extrañar que se avance también en está lógica.

El gobierno salvadoreño, a diferencia de otros regímenes, no tiene aliados gubernamentales a nivel internacional (incluso Nicaragua y Venezuela tienen más apoyos) y en un marco donde las relaciones con el gobierno estadounidense siguen tensas, el presidente Bukele urge de encontrarlos. Por ello, no es de extrañar que lo que se pretenda es que el gobierno chino respalde algunas de sus decisiones, particularmente, una ilegal reelección presidencial. Porque el gobierno asiático no se caracteriza principalmente por la defensa de los derechos humanos o las democracias en el mundo, es decir un aliado como el que anda buscando el actual gobierno.