Tristeza causa el que el proyecto del llamado Ferry Centroamericano, entre el puerto de La Unión en El Salvador y Caldera en Costa Rica, con posibilidades de extenderse a Puerto Balboa en Panamá y Puerto San José en Guatemala, haya fracasado. Como centroamericano con nacionalidad costarricense y salvadoreña, me ha dolido mucho.

El Ferry Centroamericano es una carretera virtual que Centroamérica necesita, para aliviar el tráfico centroamericana, pesado para las carreteras y que tiene atiborradas a nuestras fronteras, dos aduanas y puestos migratorios en cada una. No son los puestos más eficientes en el mundo y también están sobre saturados. Al ser las aduanas y puestos migratorios monopolios, la sobre saturación se presta para todo tipo de irregularidades, con las que deben apechugar los empresarios.

Me ha parecido que a los empresarios transportistas les conviene el ferry pues su equipo se deteriora menos y siempre se necesitará un cabezal para llegar al puerto de embarque y para llevar la carga a su destino. Se ahorran recursos que demanda el viaje por tierra, cuya duración en condiciones normales es mayor en uno y hasta dos días. Solo el hecho de que haya una alternativa al transporte por tierra, creaba incentivos para una mayor fluidez por esa vía.

Aunque un servicio ferrial nunca sustituirá a la vía terrestre en cuanto al transporte de personas y carga, el tener una posibilidad adicional y reducir la a menudo inmanejable presión en las fronteras, creaba condiciones para un mejor servicio. Estamos hablando del transporte entre Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Belice y México. El impacto de un servicio ferrial que empezaba con una nave relativamente pequeña, pudo haber sido enorme. El mar es como una autopista sin limitaciones, excepto la capacidad de manejo en los puertos por supuesto y las vías de acceso.

Es evidente que repartir costos fijos tan altos entre poco usuarios, hace imposible ofrecer tarifas competitivas con el transporte terrestre. El punto de equilibrio de un ferry con una tarifa competitiva, debe de andar por el 65% de su capacidad. El que nos ocupa, trabajó con un 10%.

El tema del ferry fue uno toral durante mi gestión como embajador en El Salvador entre el 2014 y el 2017. Cuando dejé el cargo, el ferry estaba encaminado a ser una realidad: todos los aspectos estaban alineados y había carga suficiente para que fuera rentable. Sin embargo, algo sucedió que hizo al proyecto fracasar por razones ajenas a la operabilidad del servicio.

En este nuevo intento que en principio se concretó, por alguna razón los empresarios que comercian a nivel centroamericano no se comprometieron a usar el servicio y obviamente no lo usaron como se requería. Podría ser que la empresa concesionaria no negoció adecuadamente con ellos para hacer el servicio rentable y atractivo. O serían los transportistas terrestres que lo sabotearon o que fueron chantajeados.

Me da la impresión también que el gobierno de Costa Rica, al que tiene que haberle interesado por razones obvias el habilitar esta autopista marítima, no hizo lo posible por hacer viable la estratégica opción. Claro error si fue así.
En fin, me parece que este fracaso no puede quedarse allí. Es necesario investigar donde estuvieron las fallas o quien puso los obstáculos que lo hicieron inviable. A lo mejor, con mayor transparencia, alguien se vuelve a animar.