En una ocasión, la piedra dijo: ¡Soy la más fuerte! Oyendo eso, el hierro dijo: Yo soy más fuerte que tú. ¿Quieres verlo? De modo que lucharon hasta que la piedra se convirtió en polvo ¿Ves como yo soy más fuerte, dijo el hierro? Oyendo eso, el fuego dijo: Te equivocas, yo soy más fuerte que tú. ¿Quieres verlo? El hierro y el fuego lucharon hasta que el hierro se derritió. El fuego, dijo con orgullo, yo soy el más fuerte. Pero el agua le escuchó y dijo: Yo soy más fuerte que tú. ¿Quieres verlo? Los dos lucharon hasta que el fuego se apagó. Y el agua, dijo: Yo sí que soy fuerte. Oyendo eso, el Sol dijo: Yo soy más fuerte que tú. ¿Quieres verlo?

Y lucharon hasta que los rayos solares hicieron evaporar al agua, ¿ves? - dijo el Sol- Yo soy más fuerte. Pero la nube que los vio luchar y oyó el comentario del Sol, dijo: Yo soy más fuerte que tú. ¿Quieres verlo? Entonces los dos lucharon y la nube se interpuso entre el Sol y la tierra y no permitió que los rayos solares traspasaran, hasta que el Sol no diera su luz, entonces la nube de forma orgullosa, dijo: Yo soy la mas fuerte. Al oír esto los vientos, dijeron yo son más fuerte que tú. ¿Quieres verlo? Los dos lucharon hasta que los fuertes vientos esparcieron por los cielos a las nubes, dijeron los fuertes vientos: Yo sí que soy fuerte. Oyendo eso, la montaña dijo:

Yo soy más fuerte que tú. ¿Quieres verlo? Lucharon hasta que el viento quedó atrapado entre las montañas y éstos dijeron: Somos fuertes. En ese momento apareció un hombre y dijo: Yo soy más fuerte que todos ustedes juntos. ¿Quieren verlo? Entonces el hombre, haciendo uso de su inteligencia, aplanó la montaña y liberó al viento, acabando así con el poder de los montes. Satisfecho el hombre dijo: Yo soy la criatura más fuerte que existe sobre la faz de la tierra. Sin embargo justo en este instante apareció la muerte, y el hombre que se creía inteligente y lo suficientemente fuerte, con apenas un paro cardiaco, falleció súbitamente.
La muerte todavía estaba de fiesta por su hazaña, cuando, de pronto, apareció otro hombre en escena y también la muerte acabó con él. No obstante a los tres días de su muerte, resucitó, venciendo de esta manera a la muerte. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. (1 Corintios 15:55-56) Ese Hombre que venció a la muerte es nuestro Glorioso Señor Jesucristo quien vive y reina para siempre. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (Hechos 4:12)

De manera que el orgullo humano concluye con la muerte, por esa razón debemos de ser prudentes al actuar y luchar con ahínco para desarrollar la humildad y que tenga como fruto el tratar con dignidad a las demás personas, sin importar el puesto que ocupen en la sociedad, ya que tan importante es el director de una empresa, como lo es el vigilante que cuida y resguarda las instalaciones empresariales. Lo mismo ocurre con la persona que te ayuda en los quehaceres del hogar, tan vital es tu rol laboral como lo es el ciudad de tu casa y de tus hijos mientras tu llevas el alimento a la familia.

En consecuencia, el orgullo queda reducido a vanidad ante la muerte, lo cual nos debe recordar que la vida es corta, y que los cargos ya sean públicos o privados son efímeros, duran para el caso tres o cinco años, por lo tanto vanagloriarse al punto de tratar a los colaboradores con desprecio y arrogancia, no es moralmente aceptable. Tampoco es coherente utilizar el poder que se ostenta en función de intereses particulares para vengarse o perseguir a los que piensan diferente. En suma, luchemos por estar en paz primeramente con el Señor Jesucristo y luego con nuestro prójimo, sin importar las diferencias que tengamos.

“Yo soy el que da la vida y el que hace que muertos vuelvan a vivir. Quien pone su confianza en mí, aunque muera, vivirá. Los que todavía viven y confían en mí, nunca morirán para siempre ¿Puedes creer esto?” (Juan 11: 25-26)