Nayib Bukele representa todo aquello por lo cual el abogado Félix Ulloa siempre luchó desde su trinchera de pensamiento de izquierda, y mírenlo a hora: haciendo malabares y triples saltos mortales al vacío para justificar la descarada violación a la Constitución.

Mi mamá siempre me dijo que uno de viejo llega a ser más sabio, sensato, prudente, educado, etc., pero lo que a estas alturas de la vida he visto es todo lo contrario, y en materia de política, se vuelven más mentirosos, imprudentes, sin importarles la imagen que proyectan ante los demás, y en determinados casos, pierden toda credibilidad y, por lo tanto, la dignidad.

De personajes viejos de andar en los albañales de la política aldeana nuestra, como Walter Araujo, no me extraña, pues él siempre fue así: un jugador de póker, alguien que le gustaba jugar sobre seguro, exhibirse y con aspiraciones a divo, a ídolo, pero ha terminado como ídolo caído. ¿Pero Félix Ulloa?

En honor a la verdad esto ya lo había visto con profesionales serios en los gobiernos del PDC, ARENA y FMLN, justificando lo irrazonable, dándole matices de verdad a mentiras evidentes, pintando de colores brillantes oscuras verdades, por lo tanto, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos que este gobierno, y sus personeros, son más de lo mismo, o sea, siguen la tradición política tercermundista, barriobajera, insultante de todos los gobiernos anteriores.

El abogado Félix Ulloa representaba (en un tiempo bien pasado) a una exquisita línea de pensadores de izquierda que daba gusto escuchar en los foros de los medios de comunicación. Alguien que nunca se dejaba llevar por pasionismos, apegando sus argumentos a la ciencia que había dedicado estudiar y meterse de llenos, la jurídica. Nunca se le escuchaba decir un desacierto incluso cuando estuvo defendiendo posiciones partidarias las cuales, por su propia naturaleza, siempre están infestadas de falsedades.

Ahora da tristeza, es difícil y duro de asimilar, causa desilusión y una especie extraña de sensación de que el poder afecta terriblemente la dignidad, la entereza, la integridad y las facultades mentales. Todas ellas se van a la alcantarilla y se transan con el destino, con la parca, por la fama y el dinero, por mantener una chamba bien pagada, por no enojar al jefe.
Me resultaría más decoroso que dijeran con fresco descaro: “el presidente Bukele se va a reelegir porque así lo quiere y le vale lo que diga la ley”, que estar retorciendo la interpretación de la norma suprema para satisfacer los intereses reeleccionistas, nada originales, pero ilegales del actual mandatario.

Si todo esto fuera una pesadilla de la cual estamos a punto de despertar, ahora sale el togado Félix Ulloa, tratando de defender las promesas falsas de su típica demagogia barata bukeliana, que no se había dado cuenta del artículo 152 porque estaba escondido. ¿Perdón? Sin duda que cree que somos una manga de asnos.

Desde que estudiamos en la Facultad de Derecho, sabíamos que la reelección absoluta no estaba prohibida, siempre nos lo enseñaron así, que lo único que estaba prohibido era la reelección dejando pasar un período presidencial, todo porque el derecho constitucional moderno establece en las constituciones de corte democrático y republicano, que debe haber alternancia en el poder, porque la historia ha sido suficientemente clara con tantas experiencias amargas, que el que se reelige ya no quiere soltar el cetro ni levantarse del torno, y entre más y más tiempo pasa, se cree ungido por la divinidad y es capaz de cualquier tipo de barbaridades.

La Sala de lo Constitucional aumentó (en una interpretación que en lo personal me pareció halada de los cabellos) a dos períodos presidenciales, pero al fin y al cabo, una u otra forma, establecía que el que acaba de ser presidente, no puede serlo en el período próximo inmediato. Tan claro como el agua cristalina de una fuente.

Pero como esto de la política latinoamericana es un show, el presidente dice (como todo lo toma a broma) que quien no podría reelegirse es Salvador Sánchez Cerén. ¡Jesús! Mezclando arroz con mango. Y ahora don Félix Ulloa nos habla de un artículo constitucional escurridizo como el chupacabras, para justificar a su señor. Estamos mal.