Apesar que Sigmund Freud es uno de los genios de la humanidad que le dio una bofetada a las especulaciones mitológicas y de chamanes sobre la personalidad de nosotros los seres humanos, no dejó de tener detractores. A Carl Jung, un exdisícipulo del austriaco, ya lo había escuchado mencionar en audios, videos, material impreso sobre su influencia en el estudio del comportamiento humano que ha infundido en varias ramas del que hacer humano.

¿A qué viene, de mi parte, este interés por la psicología? Es que Jung introdujo “el inconsciente colectivo”, que no tiene nada que ver con política, religión, etc., sino que es lo que explica que naciones completas, con muchísima población, incluso regiones como Suramérica, tengan una misma conducta, una misma reacción a similares problemas. Para mí, incluso me explica el retraso económico y cultural del sur del río Bravo.

El expresidente Óscar Arias, en una tribuna internacional dio un discurso el cual, parafraseo: Dejémonos de tonteras, todas nuestras calamidades como latinoamericanos no se deben a rusos o a gringos, se debe a nuestra pobre personalidad que pasa echándole la culpa a otros y no enfrentamos nuestras propias taras. Seguimos echándole la culpa a la conquista de España. ¿Se imaginan qué semejante estupidez?, cuando eso sucedió hace 500 años.

Palabras más, palabras menos que incluyen también mis palabras, es una gran verdad.
Un intelectual peruano cuyo nombre no logro recordar, escribió sobre lo mismo: “Aunque Latinoamérica hubiera tenido riquezas enormes, de forma abundante, de la misma forma nos las hubiéramos acabado y caído en la pobreza y subdesarrollo”. Volviendo a Carl Jung Uno de los postulados más impresionantes que a mí, en lo particular, me dieron luz y, a la vez, me regresan a la oscuridad que implica la búsqueda de la verdad, es sobre el inconsciente colectivo.

¿Por qué nuestros países no avanzan? No han tenido eventos traumáticos como la Alemania de la Segunda Guerra o el Japón de las dos bombas atómicas, China con la hecatombe del maoísmo, etc.? Por qué, siendo una región con tantas riquezas en recursos naturales, somos países de tercer mundo, retrasados, conflictivos: tenemos marcado en el ADN nuestra personalidad latinoamericana. Jung se separó de Freud por su excesivo apasionamiento en la sexualidad como la base de la construcción psicológica de los individuos.

En su esfuerzo, logró definir mejor al consciente y al inconsciente, de tal forma que aquél es el bagaje, la maleta que cada quien lleva consigo de sus propias experiencias vividas, en cambio, el inconsciente es algo mucho más lejano, heredado, grabado por generaciones atrás, tanto así que, eso es lo que define a los habitantes de una comarca, una raza, un país, y que lo hacen diferentes a los demás, pero, en la medida las fronteras se van difuminando con el caminar del hombre, se adoptan otras costumbres que se confunden con las que se traen de la región pero que, ratifican, que hay un inconsciente que guarda todas esas vivencias, hablados, formas de actuar, formas de responder ante la realidad, que los definen y diferencian. Allí entra el inconsciente colectivo, que no tiene nada que ver con política. No es otra cosa que las experiencias compartidas como el grupo poblacional de una región específica, con sus modismos y costumbres que, a pesar que no lo racionalicemos, nos hace iguales y, por ello, los foráneos califican y etiquetan sentenciando que éste es de tal lado, este otro es de allá, etc.

¿Por qué los salvadoreños somos como somos? ¿Por qué seguimos siendo un país pobre?
Carl Jung me ha dado una respuesta: es el inconsciente colectivo. Tenemos miedo al chamán, al amo, al cacique, al español, al patrón. Tenemos miedo al castigo divino y sobre la riqueza se nos ha inculcado que es mala porque es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, etc. Pero por otro lado también nos piden que entendamos que los ricos existen y los bendigamos porque es la voluntad de Dios. Hasta se inventaron esa babosada del Evangelio de la Prosperidad. Cuanta contradicción.

Ese inconsciente colectivo que se va alimentando de generación en generación se ve claramente cuando observamos la historia de cada país en este subcontinente: las mismas etapas, las mismas consecuencias. Etapas bien definidas en las que nos han pasado cosas iguales. También tenemos costumbres tan similares que asustan: la procrastinación, la pereza mental, caer con facilidad a pies de caudillos, el irrespeto a las leyes, cierto grado de irresponsabilidad, inconstancia, indisciplina, todo lo que nos lleva a que este territorio tan rico en recursos y personas, no despegue, y no despegará nunca, con pequeñas excepciones como Costa Rica, Uruguay y Chile que, igual, no es que sean de primer mundo. En el caso de El Salvador, seguimos siendo un país pobre, no producimos nada nuevo que haga la diferencia, no destacamos en ningún deporte o arte y ahora nos rendimos ante los pies de un caudillo. Nos gusta cavar profundo nuestra propia tumba.