En 2019, se reportaron más de 4 mil muertes causadas o asociadas a la resistencia antimicrobiana (RAM) en El Salvador. La RAM es una de las mayores amenazas a la salud pública a nivel mundial y ha estado en aumento desde que se introdujo el primer antibiótico en 1944. El uso indebido y abuso de los antibióticos en el sector salud ha contribuido a empeorar la situación, al punto de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte sobre la llegada de una era postantibiótica en el siglo 21, en la cual ninguno de los más de 200 antibióticos desarrollados será lo suficientemente efectivo. Si no se controla el problema de la resistencia, se estima que para el 2050 habrá más de 10 millones de muertes relacionadas con la RAM, superando la mortalidad causada por enfermedades crónicas como la diabetes y el cáncer.

Un estudio de la Universidad de Washington, publicado en julio, resalta que la RAM se ha convertido en una de las mayores amenazas para la salud pública en los 35 países del continente americano, con más de 500 mil muertes asociadas cada año. Guatemala y Honduras se encuentran entre los cinco países del continente con mayor mortalidad asociada a este problema. El Salvador ocupa el quinto lugar en mortalidad estandarizada por edad más alta en nueve países de Mesoamérica, con 4,257 muertes causadas o asociadas a la resistencia antimicrobiana en 2019.

La resistencia antimicrobiana ocurre cuando los microorganismos, como las bacterias y los hongos, desarrollan la capacidad de resistir los medicamentos diseñados para matarlos. Las principales causas de la resistencia antimicrobiana incluyen el uso indebido y excesivo de antimicrobianos, la falta de acceso a agua limpia y saneamiento, la deficiente prevención y control de infecciones en los centros sanitarios y las granjas, y el acceso deficiente a medicamentos asequibles y de calidad.

Las implicaciones para la salud pública de un aumento en la resistencia antimicrobiana son significativas. En el continente americano, la RAM causa más de 500 mil muertes al año, y en El Salvador, más de 4 mil muertes. Esto conlleva un aumento en la mortalidad y en los costos de los tratamientos y hospitalizaciones, lo que afecta gravemente al sistema de salud.

Para mitigar este problema, es fundamental contrarrestar su principal causa: el uso y abuso indiscriminado de antimicrobianos tanto en el ámbito clínico como fuera de él. En El Salvador, se han implementado regulaciones para controlar el abuso de antibióticos, como la necesidad de presentar una receta médica para adquirir cualquier tipo de antimicrobiano. Sin embargo, es necesario seguir trabajando en la educación y concientización de los profesionales de la salud sobre el uso adecuado de los antimicrobianos, así como en la ampliación de la capacidad de pruebas microbiológicas para mejorar el diagnóstico y el tratamiento. Además, se requiere una acción coordinada a nivel global para abordar este problema, como el Plan de Acción Mundial sobre la Resistencia a los Antimicrobianos de la OMS.

Vivimos actualmente en un mundo globalizado, donde las vías de comunicación están volviéndose ilimitadas. La información y desinformación van de la mano, confundiendo, como lo vimos durante la última pandemia. Es un mundo complejo, con problemas complejos, que requieren de soluciones probablemente radicales y creativas. En el área de la salud, observamos como al evolucionar los tratamientos y proceso médicos, los determinantes de este proceso salud-enfermedad, también evolucionan desarrollando mecanismos cada vez más inteligentes que se benefician de cualquier debilidad o vacío que muestra el ser humano.

La cooperación ciudadana en el ámbito de la salud pública es fundamental. Pero para lograrla, también es fundamental que esa ciudadanía esté informada y educada acerca de los problemas que aquejan a la comunidad. En nuestro país, el Ministerio de Salud está obligado a buscar esa cooperación. El trabajo en la salud pública no es solo su responsabilidad, es responsabilidad de toda la ciudadanía. Que El Salvador tenga la cobertura de vacunación en menores de 5 años más baja de Centroamérica, es un mensaje fuerte para los líderes de la salud en nuestro país: transparencia en la información y apertura en la colaboración son el camino.