De modo que la buena fama, la honestidad en el manejo de los recursos y la calidad personal hacia el prójimo, son bienes de lujo que no pueden adquirir ciertas personas que son gobernados por la avaricia y la altivez, por esa razón ven como enemigos a todos aquellos que con justa razón emiten opinión sobre los abusos de autoridad, de tal suerte que lo que se dice con decencia y verdad se sostiene con aun el transcurso del tiempo, pero la mentira nunca prevalece por un tiempo limitado. Por ello no importa que haya persecución o crítica en contra de aquellas personas que hablan con rectitud. Esto me recuerda a aquel sabio Khalil, que en una ocasión se hallaba meditando bajo la sombra de una vieja higuera, en ese momento se presentó un joven que dijo:
-Amigo sabio, ¿puedo pasar?
-La puerta está abierta, respondió Khalil.
El joven, cruzando el umbral y acercándose al anciano, le dijo: “Me llamo Maguín y soy artista. Mi trabajo es bueno y sincero, sin embargo, tengo un gran problema, me atormentan las críticas que se hacen de mi vida, mi obra y mi persona. Vivo obsesionado por las descalificaciones de los críticos de arte, y por más que trato de que no me afecten, me acaban esclavizando. Sé que eres un hombre sabio y que tu fama de rectitud alcanza los horizontes más remotos. Dicen también que tus consejos son extraños.
Khalil, mirando al joven con cierta displicencia, le dijo: “Si quieres realmente tener paz, ve al cementerio de la ciudad y procede a injuriar, insultar y calumniar a los muertos allí enterrados. Cuando lo hayas realizado, vuelve y relátame lo que allí te haya sucedido”. Ante esta respuesta, Maguín se sintió esperanzado del consejo del sabio. Y aunque se hallaba un tanto desconcertado por no entender el asunto, se despidió y salió raudo de aquel lugar.
Al día siguiente, se presentó de nuevo ante Khalil. -“Y bien, ¿fuiste al cementerio?” le pregunto éste.
-“Sí” - contestó Maguín, en un tono algo decepcionado.
-“Y bien, ¿qué te contestaron los muertos?”
-Pues en realidad no me contestaron nada, estuve tres horas profiriendo toda clase de críticas e insultos, y en realidad, ni se inmutaron.
El anciano sin variar el tono de su voz le dijo a continuación: Escúchame atentamente, vuelve al cementerio, pero en esta ocasión vas a dirigirte a los muertos profiriendo todos los elogios, adulaciones y halagos que seas capaz de sentir e imaginar.
La firmeza del sabio eliminó las dudas de la mente del joven por lo que, despidiéndose, se retiró de inmediato. Al día siguiente Maguín volvió a presentarse ante el sabio...
-“¿Y bien?”
-“Nada” - contestó Maguín en un tono muy desesperanzado. “Durante tres horas ininterrumpidas, he articulado los elogios y elegías más hermosos acerca de sus vidas, y destacado cualidades generosas y benéficas que difícilmente pudieron oír en sus días sobre la tierra, y... ¿qué ha pasado? Nada, no pasó nada. No se inmutaron, ni respondieron. Todo continuó igual a pesar de mi entrega y esfuerzo. Así que... ¿eso es todo?”, preguntó el joven con cierto escepticismo.
-“Sí” contestó Khalil. “Eso es todo... porque así debes ser tú, Magín: indiferente como un muerto a los insultos y halagos del mundo... porque el que hoy te halaga, mañana te puede insultar, y quien hoy te insulta, mañana te puede halagar. No seas como el tamo arrebata el viento, permanece en la verdad y actúa siempre con rectitud, a pesar de lo que digan las personas. “El que sigue la justicia y la misericordia, hallará la vida, la justicia y la honra” (Proverbios 21:21)