No hay duda: la situación en Nicaragua ha comenzado a mutar. El convidado de piedra (léase, Daniel Ortega) movió varias fichas de manera simultánea. Falta saber si se trata de un plan cuidadoso o de un mero minuto loco.

También será necesario esclarecer el leitmotiv real (no el declarado) de la emergencia de Humberto Ortega Saavedra, el ex jefe del Ejército de Nicaragua. En la más reciente entrevista de Humberto Ortega, esta vez a un periódico español, quizás Humberto se ha ido de lengua. Ha dicho al menos tres cosas, que si se les presta atención podrían alumbrar el camino de esta complicada hora nicaragüense.

En primer lugar, manifestó, el general retirado Ortega Saavedra, con absoluta claridad que su cuñada, la consorte de Daniel, Rosario Murillo, no puede ser el relevo. En ninguna circunstancia. Esto no es irrelevante, porque entonces quiere decir que el papel que tiene la Chayo Murillo en el dispositivo de poder no es tan importante como se ha hecho creer. De esto dicho (o dicho solo a medias por Humberto Ortega) puede colegirse que dentro del sandinismo hay fisuras y discordias que quizá Humberto está tratando de canalizar. Hay que partir de una premisa: Humberto Ortega es un pragmático sénior, y si se ha lanzado al centro de la pista es porque calcula que hay dónde plantar una agenda política sandinista paralela a la agenda política sandinista-estatal, y quizás ya tiene un pequeño auditorio.

Lo otro que ha precisado Humberto, en la entrevista, es que en Nicaragua no se vive en democracia. Eso es obvio. Pero que lo diga él, en este momento, sin duda que sugiere algún esbozo de lo que son las diferencias entre Daniel y Humberto Ortega. Y no solo como individuos, sino como exponentes de dos corrientes dentro del escuálido y desteñido sandinismo. Una, de mayoría absoluta y subordinación sin remilgos (Daniel) y, otra, quizás ínfima, y a la que está apostando Humberto, en un pulso público con Daniel, que ha de estar observando como fiera al acecho la danza de su hermano menor.

Los escépticos de siempre ya han señalado que lo de Humberto es algo acordado, de antemano, con Daniel. Y, aseguran: eso es solo una entrada de payaso. Y es que no le creen ni el bendito. Sin embargo, es tan delicada la situación nicaragüense que ese sería un juego muy peligroso para el régimen encabezado por Daniel Ortega y a la vez comportaría que Humberto Ortega es un fantoche. Es un pragmático ultra, pero ¿una marioneta?

Por ahora sería apresurado hacer sentencias muy tajantes. Más bien habría que explorar entornos. Tanto de Daniel como de Humberto.

Para eso habría que preguntarse, de entrada, quiénes de la antigua y omnímoda Dirección Nacional sandinista están con Daniel Ortega. Tomás Borge ya murió. Carlos Núñez ya murió. Víctor Tirado López está deteriorado de salud (en mayo de 2018, después de lo ‘hechos de abril’, Daniel lo subió a la tarima de honor en un esfuerzo por mostrar ‘algo’).
Solo Bayardo Arce Castaño está junto a Daniel Ortega. Y al parecer, con la cara dura. Y hay otros, con responsabilidades importantes en el pasado, que están con Daniel Ortega, como Lenin Cerna (ex jefe de la Dirección General de la Seguridad del Estado), hijo de militantes salvadoreños que sobrevivieron a la represión de 1932 y que se radicaron en Nicaragua.

Humberto Ortega ha mantenido distancia de su hermano Daniel desde que se retiró a Costa Rica en la década de 1990. Jaime Wheelock Román, otro miembro de la dirección sandinista, alzó con moderación su voz crítica frente a los hechos sangrientos de abril de 2018. Tiene canal de comunicación con Daniel Ortega, pero está al margen.

Henry Ruíz, desde mucho antes de 2018 ya estaba lejos de Daniel Ortega. Y Luis Carrión, el más joven de los míticos ‘9 comandantes de la revolución’, ahora en el exilio.

Hay muchos cuadros intermedios que desde la década de 1990 se ausentaron de la vida política o se adhirieron a la disensión beligerante denominada Movimiento Renovador Sandinista o, ahora, después de 2018, marcharon al exilio.

Es decir, Daniel Ortega y su cohorte no puede decirse que aglutinan a la mayoría del sandinismo, si es que aún existe algo como eso. ¿Será por esta vereda que se ha ido Humberto Ortega? Difícil saberlo aún. Porque lo tercero que dijo el general retirado Ortega en la entrevista reciente es que Daniel Ortega debía rectificar, sino el piso se abriría bajo sus pies.

Por el momento, en Nicaragua hay que estar con los ojos muy abiertos, porque el que pispilea pierde.