El Gridiron Club, fundado hace 137 años, es más conocido por su cena anual, en la que tradicionalmente actúa la Banda de los Marines de Estados Unidos, junto con representaciones musicales satíricas de los miembros y comentarios del presidente de Estados Unidos y de los representantes de cada partido político. Su famosa cena anual, celebrada en Washington D.C., hace una semana, produjo 65 personajes famosos de la capital norteamericana contagiados con el coronavirus. Entre ellos el fiscal general Merrick Garland, la ministra de Comercio Gina Raimondo y los congresistas Adam B. Schiff (demócrata de California) y Joaquín Castro (demócrata de Texas). Un típico evento súperdifusor del virus. Ninguna de las personas contagiadas ha sido hospitalizada.

Para poder asistir al evento se exigía prueba de vacunación completa y un refuerzo. En la nueva faceta de acomodación a convivir con el virus, este brote nos muestra cómo será nuestra nueva realidad. Eventualmente, todo habitante del planeta se contagiará con el SARS-CoV-2. Todavía hay muchos profesionales de la medicina que critican la apertura social que está ocurriendo en muchos países, entre ellos incluso el nuestro. Pero si seguimos la lectura del comportamiento que las variantes actuales están demostrando, veremos que la enfermedad ha disminuido su letalidad entre aquellas personas que han optado por vacunarse. Y creo que las restricciones de nuestras libertades civiles ya no están justificadas. Lo estuvieron, mientras carecíamos de armas para combatirlo, pero ese ya no es el caso. El nivel de riesgo tolerable es ya una decisión personal. Y esta decisión dependerá de nuestro estado inmunológico, estado de vacunación y nuestra misma personalidad. Habrá aquellos que toleramos un nivel de riesgo mayor que la mayoría, y habrá aquellos que lo tendrán menor. Pero al final debe de ser una decisión personal y no impuesta por los gobiernos ni la Organización Mundial de la Salud.

Atender o no, eventos donde exista la presencia de mucha gente, es nuestra decisión. Como lo es atenderlos con una mascarilla. Que se exija a personas asistentes a un evento estar vacunadas es bueno, pero también está bien si los organizadores del evento no lo consideran necesario. Hay quienes argumentan que es irresponsable celebrar fiestas que podrían convertirse en eventos de súper proliferación. Eso era cierto antes de que las vacunas estuvieran ampliamente disponibles, pero ya no es realista. Tenemos que utilizar un paradigma diferente, uno que se base en que cada persona sea consciente de sus propios riesgos y de los riesgos que suponen para los demás.

El viernes pasado, me encontraba regresando de mi viaje a Polonia. Viaje que realicé invitado por una organización internacional para participar en el diseño de un programa de salud para personas refugiadas de Ucrania. Lo interesante y sorpresivo al mismo tiempo, fue que ninguna de las dos aerolíneas europeas obligó a las y los pasajeros a utilizar mascarillas. De 60 personas o más que viajaban en mi compartimiento, solamente 6 utilizaron la mascarilla la mayor parte del tiempo de viaje. Entre quienes no utilizaron mascarilla durante el viaje, me encontraba yo. Como profesional de la medicina, creo que el efecto protector de la vacuna contra el COVID-19, es suficiente para garantizar que, si lo contraigo, no terminaré en el hospital ni muerto. Por ello, he decidido volver a mi vida previa a la pandemia. Es claro para mí, que, si interactuó con otras personas en espacio cerrado y sin utilizar mascarilla, el riesgo de contagio aumenta. También es claro, que, si la circulación del virus es baja y la ventilación del espacio cerrado es óptima, el riego de contagio disminuye. La tasa de circulación del virus en Europa y Polonia ha mostrado durante las últimas semanas una tendencia negativa, y en los aviones, la ventilación en espacios cerrados es óptima.

En fin, soy de los que piensa que el tiempo de normalizarnos ha llegado. La ciencia nos ha regalado instrumentos de protección contra el COVID severo, y si los utilizamos correctamente el riesgo de muerte y hospitalización es mínimo. No se puede vivir eternamente con miedo y encerrado. No es vida y tampoco es saludable. ¡Que viva la liberación!