La celebración de la IX edición de “La Cumbre de Las Américas”, del 6 al 10 de junio, es la reprogramación de un evento que debió ocurrir hace un año, pero que, como muchos, se reajustaron al tenor de las graves secuelas de la pandemia; por lo tanto, la gestión de tan importante cónclave habría dispuesto del tiempo suficiente para la maduración y el afinamiento de sus detalles para asegurar los objetivos esperados. Esta región de convivencia común debería ser suficientemente conocida por los anfitriones, tanto por su cercanía y retos tradicionales, especialmente por la administración Biden que recorrió ampliamente la región durante sus 35 años como Senador por el Estado de Delaware, cuatro de ellos ocupando el cargo de presidente del poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y luego ocho años más como vicepresidente de Obama. Suficiente perspectiva para alcanzar resultados.

Si bien el lema de la Cumbre es atractivo “Construyendo un Futuro Sostenible, Resiliente y Equitativo”, después de tantos preparativos, la imagen mediática aun es difusa en cuanto a sus objetivos, agenda, resultados esperados y la asistencia misma de los países invitados. En este punto, la postura del presidente de México -luego de su gira por la región del Triángulo Norte, Belice y Cuba- puso en el centro una de las fallas cruciales de los anfitriones: la exclusión de naciones por razones ideológicas, en franco retroceso de algunas Cumbres anteriores en las que imperó una visión más pragmática. Esta vez dominó un enfoque de valores particulares y filosóficos, que lejos de unificar dividen a una región cada vez más diversa por el ascenso de gobiernos progresistas y populistas; y en contracorriente de alcanzar mayor unidad y participación para gestar mayores oportunidades.

Más allá del grado de conocimientos o desatinos sobre el hemisferio, el problema de los anfitriones de la Cumbre es de intereses. América no pasa de ser una prioridad en papeles para una administración que tiene los ojos, la cabeza y hasta las rodillas empantanadas en sus diferencias económicas y geopolíticas con China, y en construir y liderar una coalición de resultados insospechados ante la invasión de Rusia a Ucrania. Las prioridades estratégicas son las tres visitas de Biden realizadas a Europa que incluyeron a Reino Unido, Bélgica y Polonia con el propósito de reforzar la OTAN en función de Ucrania; y su reciente visita a Asia, incluyendo Corea del Sur y Japón, en este último coincidiendo con la Cumbre de “La Cuarteta” -EEUU, Japón, India, Australia- que busca contrarrestar el avance de China en la región Indo-Pacífico.

Latinoamérica ha debido conformarse con la destacada visita de Jill Biden, esposa del mandatario, quien solo después de cubrir las prioridades de una gira por Rumania, Eslovaquia y Ucrania, recientemente visitó Ecuador, Panamá y Costa Rica, entre otros, con el objetivo de “arrear” la presencia de los Jefes de Estado a la IX Cumbre. En conclusión, en tanto EEUU ha ofertado la generosa suma de $4000 millones de cooperación estratégica para el desarrollo de la región del Triángulo Norte y sur de México -cifra que después de un año aún no se materializa-, la administración Biden está gestionando y desembolsando $33,000 millones de adicionales a los $16,600 mil previos de cooperación entregados a Ucrania.

Mientras las Cumbres padezcan la desconexión de una interminable agenda dispersa con más de 23 temas sin muchos avances y fuera del contexto de las prioridades, preocupaciones y necesidades reales de los países del hemisferio; mientras la Secretaría Técnica de la Cumbre de las Américas siga siendo la OEA, no solo por la pérdida de representatividad del interés de las naciones del continente, sino por la ineficacia en el seguimiento y materialización de los acuerdos de los encuentros previos ordinarios y extraordinarios; y mientras los conflictos internos de EEUU como anfitrión, permita que tanto ultra conservadores Republicanos como Demócratas impongan el criterio ideológico de excluir la representatividad a la que tienen derecho más de cincuenta millones de personas de los Estados excluidos, estas cumbres serán estériles y la CELAC tendrá la palabra.