¿Se puede conciliar el hecho de que Cuba sea una dictadura y que celebre elecciones? Definitivamente. La literatura politológica ha dejado claro que las elecciones no son exclusivas de regímenes democráticos, e incluso que los regímenes autocráticos, en búsqueda de legitimidad ante actores internos y externos, celebran elecciones.

En nuestra región tenemos distintos casos: Nicaragua, Cuba y Venezuela, tres autocracias que periódicamente llevan a cabo procesos electorales, pero en un contexto de restricción de la oferta electoral, criminalización de la disidencia, persecución a los medios independientes y control de la autoridad electoral.

El caso de Cuba es aún más particular ya que se trata de un régimen constitucional de partido único. Mientras en Venezuela participan los “alacranes” y en Nicaragua los “zancudos”, calificativos que se les da en estos países a los partidos satélites o colaboracionistas, en el caso de Cuba esto no hace falta ya que la Constitución establece que no hay otro partido más que el Partido Comunista de Cuba (PCC), al que describe como “fuerza motriz superior de la sociedad y el estado”.

Este 27 de noviembre se celebraron las elecciones a delegados municipales en la Isla (ver reporte de DemoAmlat). En ellas las personas solo podrán refrendar las candidaturas que el PCC haya seleccionado. Esta instancia es el filtro fundamental al sistema de representación político de la Isla. Aunque los candidatos no son oficialmente nominados por el PCC, no pueden ser electos sin su beneplácito.

La Ley electoral establece que la campaña electoral está prohibida, y en un sistema de partido único, y por ende sin competencia, es entendible. Sin embargo, el PCC viola esta disposición porque se dispone de todos los recursos del Estado para promover la participación electoral.

Las elecciones municipales operan a nivel de base y es la instancia en la que, en teoría, los ciudadanos tienen más capacidad para hacer oír su voz. Estas elecciones tienen una instancia previa de selección de candidatos, las llamadas asambleas de nominación: en reuniones de vecinos se eligen, a mano alzada, los candidatos para presentarse como delegados para las asambleas municipales.

Aunque existe en apariencia de un proceso electoral abierto, libre y justo a nivel municipal, es solo una fachada, ya que al celebrarse las nominaciones a mano alzada, las organizaciones de masas y la seguridad del Estado impiden la postulación de personas independientes u opositoras.
Se trata del proceso de nominaciones con menos participación y legitimidad que se haya registrado. La abstención creciente en los últimos procesos electorales, sumado al rechazo registrado en el referendo Constitucional de 2019, y el que se constató en el referendo del Código de las Familias, demuestran un desgaste profundo del sistema, que hoy ofrece menos garantías de representación que nunca.

Que es un proceso que viola los principios fundamentales democráticos ha quedado claro. Sin embargo, hay un elemento a observar: la participación. A lo largo de las décadas el régimen cubano se ha ufanado de los porcentajes de participación electoral, que siempre estaban por encima del 90%. Ya en el referendo constitucional de 2019 bajó al 84%, y en el de este año a 76%. Luego de que activistas dentro y fuera de la Isla hayan convocado a no votar en rechazo al sistema, o en su defecto a anular los votos, la atención estará puesta en el porcentaje de participación, que se tomará como un apoyo o rechazo al PCC.