Nuestra mente equivale a un misterio, casi siempre busca lo que sabe que existe aunque no lo identifique y además sensorialmente lo percibe; así se engloba y enriquece las diferentes percepciones y experiencias individuales. En algún momento se identificó lo anterior como Solipsismo, que es una corriente filosófica cuyo precepto principal consiste en que la única certeza que tiene el individuo es la existencia de su propia mente. Es decir, que todo aquello que le rodea, como su realidad inmediata, es incognoscible. La certeza que lo único que existe esta en la mente. Lo cual vendría a significar la belleza o el horror de vivir sometidos a una sola manera de homologar la interpretación del mundo exterior con el interior, que sería el “solus ipse”, según la raíz latina de solipsismo, que se traduce a solo uno mismo.

Presente se ha encontrado el solipsismo desde los inicios de la autorreflexión del pensamiento humano en Grecia, pasando por René Descartes en el mundo de las ideas, para luego encontrarlo culturalmente en las páginas de la vida es sueño (Pedro Calderón de la Barca) y en otras representaciones artísticas, como la producción cinematográfica abre los ojos versión original española y que aún resuena en mi cabeza el mensaje subliminal homónimo, el cual planta una parada forzosa en el ir y venir de la vida parar así reconectarse con los sentidos, pero sobretodo, lo que a través de estos percibimos realmente y lo que buscamos encontrar en verdad para nuestra existencia, sin engañarnos con sesgos que conducen a vidas vacías que se descosen cada vez que zurcimos con hilos invisibles historias prefabricadas e idealizadas.

Ciertamente considero a esta corriente de pensamiento como una manera de explicarnos lo que sucede en nuestro entorno, así también las condiciones de como lo procesamos y adaptamos según nuestra estructura de pensamiento o patrones. Aparejado lo anterior a dos aspectos fundamentales que nos dan la cualidad de individualidad y diversificación de raciocinio que son la esencia misma de cada persona y la natural disposición a una evolución de pensamientos primarios. Lejos de considerar que esta corriente pueda reflejar intrínsecamente un cariz egocentrista, vendría a significar un refugio previo a lo incomprensible que espera a ser percibido según sea su aporte para enriquecer nuestro conocimiento propio o ser desechado por limitar la expansión del pensamiento. Así es, hace varios siglos Descartes nos lo afirmaba ya con su frase “Pienso, luego existo”.

Como toda corriente de pensamiento, el solipsismo le resaltan contundentes críticas, pero recordando que nada es absoluto y que todo puede ser cuestionado, comprendería que estas apreciaciones enriquecen y expanden aún más el conocimiento. Una de ellas es la interrogante ¿qué sucede con la mente cuando la persona muere? Si era allí, en la mente, donde radicaba el yo existencial en toda potencia; ¿Ya no hay realidad o hay algo más? ¿Se acabó todo el mundo de ideas de esta persona o se transformó en algo más? Pienso que ante esta crítica, al igual que los contraargumentos que son el dolor y el lenguaje en referencia a esta doctrina, solo nos conducen a otros razonamientos que en la libertad y autonomía emplearemos según creamos.

El dolor aparece en nuestras vidas con o sin voluntad, así lo expliquemos de la mejor manera; el lenguaje es necesario para expresarnos, pues lo que se dice se complementa con la expresión de alguien más, de esta manera comprendemos que nuestra realidad cambia sustancialmente de la mente a la expresión, cuando nos abrimos al mundo, más aun así la parte sensorial con la que percibimos y emprendemos el razonamiento primario a través de nuestros sentidos, siempre lo tendremos como un espacio reservado. Depende de nosotros pensar, abrir los ojos y procurar encontrar la belleza ante el horror que no controlamos pero sabemos que existe.