En la vida conocemos a muchas personas; sin embargo, hay un puñado de seres humanos extraordinarios que son ejemplo a seguir. Don Alejandro Silverio López Padilla, Licenciado en Ciencias de la Educación, dejó un gran legado. Don Jandito como era conocido, era un diccionario viviente, sabía de muchas cosas. Historiador, filólogo, docente y neo nahuahablante. Nació en Tacuba el 9 de enero de 1942 y decidió ser seminarista en Estados Unidos, pero decidió declinar y hacer su hogar. Esas enseñanzas le ayudaron para ser una persona que amaba al prójimo a y a los animales, tal como lo hacía San Francisco de Asís.

Don Jandito, al haberse graduado de profesor, impartió clases en muchos lugares, el INFRAMEN, Centro Escolar cantón “La Pandeadura”. Don Jandito procreó tres hijas, quienes esperan seguir su legado. Fue mi profesor de inglés en tercer ciclo en los años 80 en la Escuela Mixta Urbana “José Martí”. Un maestro con carisma, intelectual, quien amaba al prójimo. Sin duda alguna, la docencia le ayudó mucho para escudriñar la historia de Tacuba en muchos aspectos.

Nació en uno de los pueblos más históricos de El Salvador, Tacuba, en donde se mezclaron los pobladores originarios con los criollos. Un municipio que le sirvió de mucho a don Jandito para conocer de la historia. Cuando mencionó que, fue historiador, es porque los periodistas de diferentes medios siempre lo buscaban a él para entrevistarlo, entre esas conversaciones sobre 1932, las cofradías, las danzas autóctonas, mezclaba el idioma náhuat. Cuando se dice que es neo nahuahablante es porque no nació con la lengua materna de los salvadoreños.

En entrevista realizada para el libro Tacuba, un lugar mágico, el historiador y docente manifestó: “En Tacuba, como se mencionó, hubo división entre ladinos e indígenas. No se puede negar que una invasión o ‘conquista’ dejan cicatrices en la historia y esas condiciones generan divisiones. Los ladinos despreciaban a los indígenas o viceversa, pero el ladino discriminaba duramente, tanto qué, el barrio Chilapa era conocido como “El otro Pueblito”, eso era muy discriminativo, sea por las costumbres, el color, el idioma, etc. Nunca vi con buenos ojos esa aseveración; ya que, yo tenía amigos del barrio Chilapa, incluso, aprendí náhuat con una persona que vivía ahí”.

La página de Facebook “Salvemos el idioma Náhuat de El Salvador” le agradeció por haber sido uno de los protagonistas de la traducción de la Biblia al náhuat, Ne Bibliaj Tik Nawat. Además, mencionaron que dedicó muchos años y esfuerzo a recopilar documentos valiosos sobre la variedad del Náhuat proveniente de Tacuba. En su gran legado deja un diccionario en náhuat, pero de un náhuat único que se habla en Tacuba. Don Jandito era alto, como de 1.80 metros, piel blanca y parecía un español que había llegado a afincarse a Tacuba.

Don Jandito impartió conferencias sobre el náhuat en la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, UCA. La última vez que lo vi con vida fue en julio de este año, la tertulia fue fructífera. Emanaba saber, conocimiento, fue un erudito, digno para ser un Hijo Meritísimo.

Sin haber estudiado la Licenciatura en Filología, indagó sobre el náhuat, hablaba inglés e indagó otras lenguas. Otro gran intelectual de Tacuba, el maestro Roberto Magaña escribió unas palabras de despedida: “La Cultura y la Educación de Tacuba pierden a uno de sus valores: un maestro de muchas generaciones, un náhuat hablante, un filólogo estudioso de diversas lenguas y un conocedor de la filosofía de los clásicos, maestro que en su bonhomía se ganó el cariño de la gente, su acendrado amor por libros hizo de él un auténtico autodidacta... los celajes nos llamaban a reunirnos y hablar de la mayéutica Socrática y la dialéctica de Zenón de Elea...”.

El 26 de octubre dejó de esparcir conocimientos. El día de su funeral, Flor Elena, una de sus hijas, lo despidió con un poema de Alberto Masferrer Hazme suave el instante “Hazme suave el instante. Mañana, esta noche, tal vez he de partir.

Y será para ya no volver... Para ya no volver jamás. . . jamás... Pasarán milenios y edades y eternidades, y yo no volveré”. Los que conocimos a don Alejandro López sabemos que dejó un gran legado en Tacuba y en El Salvador. Maestros podrá haber miles, pero como él, pocos. Descanse en paz don Jandito, deja un gran legado.