Desde la fe y la historia hay suficientes ejemplos para prevenir y hasta para curar a incautos pueblos como el nuestro, de los pérfidos “engatusamientos” de astutos gobernantes como Bukele. Por ejemplo, la Biblia, en el libro de Mateo 7:15-20 previene: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar buenos frutos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que por sus frutos los conoceréis”.

Por otra parte, está el polémico, noble y culto florentino, Nicolas Maquiavelo, considerado el fundador del pensamiento político moderno orientado a la filosofía política, plataforma desde la que entabló un conflicto con la jerarquía católica y escolástica de su época. El impacto de su aporte hasta nuestros días equiparó la perfidia con lo “maquiavélico”. Su enfoque político y ético está recogido en su resumida obra El Príncipe (año 1532), en la que afirmó con mucha vehemencia: “La naturaleza de los pueblos es muy poco constante: resulta fácil convencerlos de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos”. Además afirmó: “El que no detecta los males cuando nacen, no es verdaderamente prudente”.

Tras cuatro años de bukelismo, quedó descubierta la pérfida naturaleza despótica y dictatorial con la que Bukele desmonta cada piedra institucional, hasta demoler los cimientos que con mucho sacrificio edificó nuestra sociedad y que le permitió establecer un modelo imperfecto pero medianamente consensuado de democracia, que surgió del fragor de la Guerra Civil y fue plasmado en los Acuerdos de Paz. No debe olvidarse que estos gozaron del beneplácito y buenos oficios de Naciones Unidas y del firme acompañamiento y admiración de la comunidad internacional, que calificó de muy exitoso y ejemplar este proceso de negociación y la solución política alcanzada para resolver la confrontación más sangrienta padecida por la sociedad salvadoreña; solución que fue replicada para resolver otros conflictos.

Muy pronto quedó al descubierto el desmedido afán de control territorial y coerción, hasta caer la piel de oveja, dejando al descubierto la ferocidad del régimen. Los abusivos confinamientos en los campos de contención convertidos en centros de contagio masivo, con resultados fatales, siguen ocultos. Mientras eso ocurría, ejecutaban una poderosa campaña mediática con aviesos fines electorales para asegurarse el control legislativo. Con recursos del Estado montaron su campaña y utilizaron de anzuelo millones de bolsas de alimentos, regalaron millones de dólares en dinero efectivo para paliar “generosamente” la desesperada situación de asfixia que ellos mismos crearon con los encierros.

El asalto militar de Bukele a la Asamblea Legislativa y el posterior control absoluto de la legislatura fue inmediatamente utilizado para deponer y cambiar La Sala Constitucional, así como para destituir al fiscal general. A esto le siguió el despido masivo de jueces; el desmantelamiento de los mecanismos de acceso a la información pública; el desmontaje de su propio mecanismo de combate a la corrupción (CICIES); y el inicio de una feroz persecución sobre periodistas y medios independientes, ONG insumisas, gremios y organizaciones de la sociedad civil, movimientos populares, críticos al régimen, así como la descalificación de partidos y lideres de oposición.

Con semejante desgaste, es incierto el resultado electoral, luego de una estrategia represiva de máximo control político, territorial y social, en macabra combinación con el prolongado Régimen de Excepción, que es violatorio de los derechos humanos, así como el encarcelamiento de miles de inocentes y la obcecada pretensión de imponer su inconstitucional reelección. Todo esto ocurre en un sombrío contexto del despido de veinte mil trabajadores del Estado; el desalojo y persecución de miles de trabajadores del sector informal, sin darles alternativas de sobrevivencia; promesas incumplidas; debacle económica nacional; creciente costo de la vida, corrupción e impunidad; y una desesperada reforma electoral regresiva.

De acuerdo a la tesis de Maquiavelo, a los pueblos resulta fácil convencerlos de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos. Por lo tanto, esa estrategia de control se desgasta cada día, sin garantizarle la reelección a Bukele y en el contexto de una grave y creciente crisis económica y alimentaria. Pero este escenario solo puede canalizarse con una oposición articulada. Quien tenga oídos, que escuche.