Contar con espacios públicos vibrantes que contribuyan a la integración de la comunidad, al desarrollo de la niñez, a la generación de bienestar y por ende, al mejoramiento de la calidad de vida y la salud mental, es clave en el diseño de las ciudades.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental es un derecho humano fundamental, que hace referencia al estado de bienestar emocional, psicológico y social de una persona, lo que implica la capacidad de manejar las emociones, las relaciones interpersonales, el desarrollo de las habilidades y la toma de decisiones, así como contribuir a la mejora de su comunidad.

Sabemos que la desesperanza, inseguridad, problemas en la salud física y cambio climático afectan la salud mental, por ello, es lógico que estos problemas sean mayores en las ciudades que en zonas rurales, pues habitar una ciudad, aunque tiene beneficios, genera múltiples estresores, como la contaminación, el ruido y el mismo diseño urbano que es, generalmente, poco amigable.

El espacio público -parques, plazas, ciclovías, etc.-, es muchas veces el único escape posible dentro de una vida agitada y más aún si las condiciones de vida son precarias; y es positivo para la salud mental precisamente porque previene o ataca sus causas, estimulando los sentidos, promoviendo la actividad física y la socialización.

Glasswing International entiende el problema de la escasez de espacios públicos y la indispensable relación entre estos y la salud mental, por lo que, junto a la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y las municipalidades, está invirtiendo en la rehabilitación de espacios olvidados, en desuso o que necesitan mejoras para impulsar su aprovechamiento. De la mano de las comunidades se han intervenido 32 espacios del Área Metropolitana de San Salvador y la ciudad de San Miguel y se espera completar 18 más.

En el parque Altavista, Tonacatepeque, se trabajó con los colores y las formas de los juegos infantiles y áreas de descanso, creando un espacio divertido y encantador, que hace sentir bienvenidos a sus visitantes y estimula sus sentidos visuales y táctiles, relajándolos.

Además, entendiendo que los espacios públicos deben promover la socialización e integración, Glasswing diseña con la comunidad una vasta agenda cultural, deportiva y de educación ambiental que poco a poco aprenden a autogestionar, lo que les permite establecer conexiones entre vecinos. En Plaza Zurita, miembros de la comunidad que participaron desde el diseño hasta la activación del espacio, han generado un sentido de pertenencia y han reducido su aislamiento social, forjando una red de apoyo que sin duda favorece su salud mental.

Dado que no puede haber bienestar emocional sin seguridad, se trabaja de la mano de las autoridades locales, quienes ayudan a dar mantenimiento y supervisan los nuevos espacios. Por ejemplo, en Villa Mariona II, Cuscatancingo, se logró transformar un espacio inseguro y utilizado para actividades ilícitas, en otro accesible a toda la comunidad para gozar de actividades recreativas.

Pero, sin duda, la mayor seguridad de un espacio público y lo que lo torna saludable, es su uso adecuado y constante por parte de la comunidad, incluyendo miembros de todas las edades, géneros y condiciones, que realizan en este espacio distintos intercambios sociales y culturales.

Actualmente, se está interviniendo en Jardines de Selt Sutt y San Bartolo del Norte, Ilopango, creando senderos accesibles para caminar bajo la sombra de los árboles y fomentar una actividad física regular, lo que reducirá el sedentarismo y mejorará el estado de ánimo y autoestima, demostrando que crear espacios rodeados de naturaleza, llama a la tranquilidad y ayuda a reducir la ansiedad, la depresión y el estrés.

• María Elena Enríquez es politóloga y urbanista. Oficial de Planeación y Reporte, Proyecto IMAGINA, Glasswing International.