En lo personal el segundo semestre del 2022 fue financieramente terrible, y sin duda la explicación no es otra sino la crisis económica mundial la cual, por cierto, apenas asoma sus ojos.

La ralentización de las economías china, estadounidense y europea es la causa principal y, aunque pareciera tan lejano a nosotros, también la invasión de Putin a Ucrania. ¿Entenderá el régimen autocrático del presidente Nayib Bukele la seriedad del asunto?

El Banco Mundial menciona que esta situación afectará a los mercados emergente y economías en desarrollo (MEED), o sea, a nosotros, y concretamente en los precios de los productos básicos debido a la inflación y las altas tasas de intereses que limitará el acceso a financiamiento, piedra en el zapato para toda actividad productiva, principalmente la agropecuaria.

Solo toca rezar con fe que no suceda un desastre natural de esos que nos aporrean de vez en cuando como terremotos e inundaciones y, sin la intención de ser la Merlina de las previsiones económicas, la sequía que pronostican los expertos será otra potencial tragedia.

No olvidemos que la covid – 19 no ha desaparecido y la alerta sanitaria implica siempre gastos, sin dejar de mencionar que, tal como se ve actualmente en China, los nuevos brotes y variantes continúan.

Haciendo un poco de memoria, desde 1979 no hemos vuelto a producir bienes atractivos que traigan suficiente dinero a nuestras arcas. No pasamos de los productos tradicionales. Como contrapeso, sufrimos de “gastitis crónica” en cosas innecesarias que en este gobierno se agudizó; y la eterna corrupción que drena infelizmente el dinero público.

El Salvador, desde que se acabaron las donaciones para el proceso de paz, no ha pasado de pírricos índices de crecimiento. En esa época de abundante dinero enviado por los países amigos alcanzamos –fantasiosamente- un 6%, que, para un país como el nuestro, era realmente saludable, pero como un globo lleno de helio terminó desinflándose.

En lo que va de este siglo el país solo dos veces ha logrado sobrepasar el 3 % anual, ya que lo normal es movernos entre un anoréxico1.5 a 2 %, índices de desarrollo tan bajos que la inflación normal los termina devorando lo cual, en conclusión, nos hace tener un crecimiento cero. Ajustamos para salir A tablas...pero cada vez más endeudados.

Durante todo ese tiempo nunca conseguimos ser un país que seduzca a la inversión extranjera y eso se debe a varios factores y, actualmente, Nuevas Ideas no tiene ni idea alguna al respecto ya que no existe una política –aunque fuera someramente esbozada- para ese fin.

Regresando a las proyecciones para este año, el Fondo Monetario Internacional afirma que el 2023 será un año más complejo donde un tercio de la economía global estará en recesión, aunque es evidente que ésta ya se siente: la gente no tiene dinero; y la inflación aún más: todo está más caro. Lo he vivido en carne propia.

Para sumarle a los vaticinios tenebrosos nuestro principal socio comercial, casa de nuestros hermanos lejanos, verá lo peor de esta crisis hasta mediados de este nuevo año, o sea que esto apenas empieza y si los Estados Unidos se soca el cincho a nosotros se nos cierra la soga en el cuello.

Hay que reducir el gasto, hay que invertir en lo que cree empleos e ingresos para el Estado. Es momento de pensar en serio en las zonas económicas especiales (ZEE), y sin duda reducir al mínimo posible los trámites para crear empresas. Si no hay pisto circulando, de nada sirve lo demás, y aunque sea mala palabra, irritante y despreciable, un sensato control de precios se impone.

No es momento, cuando la clase media está apaleada, de ir contra los evasores del fisco, pero la ley es la ley y hay que aplicarla. Todo lo que traiga dinero al Estado para invertir (no para gastar en Bitcoin ni en espectáculos para adormecer al pueblo) es bienvenido.
Veremos qué decide el Presidente de la República quien, en este anacrónico mandato, es el único que opina y ordena, y eso también es preocupante.