El Salvador, es un pequeño país centroamericano bañado por el Pacífico y cruzado de imponentes volcanes, donde por primera vez desde su independencia en 1823, pareciera que finalmente será libre, democrática e independiente. No afirmamos esto como un eufemismo o edulcorada manifestación de simpatía y apoyo con su actual presidente Nayib Bukele Ortaz. Se trata de una realidad histórica sociocultural; porque al separarse de España el Virreinato de Nueva España (México) El Salvador que pertenecía a la Capitanía General de Guatemala, igualmente fue libre, aunque no autónoma. No fueron cruentas estas guerras independentistas; no como la nuestra, la de Venezuela que perdió más de la cuarta parte de su población en su enfrentamiento con la Corona y, en verdad, en nuestras incontables guerras intestinas de los siglos XVIII y XIX, donde seguimos perdiendo población, hasta la llegada de Juan Vicente Gómez.

Lo cierto es que la independencia de España no modificó las estructuras sociales dominantes en Centroamérica, pero sí que se debilitaron sus instituciones estatales. Los terratenientes indianos (como llamaban los españoles peninsulares a los españoles nacidos en América y sus descendientes), pasaron a poseer como americanos las tierras que pertenecían a sus ascendientes, sin modificación hereditaria alguna. Exactamente eso fue lo que pasó en El Salvador, y en general en Hispanoamérica. Y así continuó en este país centroamericano con las variaciones del caso, hasta el 2019 cuando un jóven sin partido político, presentó su proyecto y venció electoral y en popularidad al temible FMLN, la guerrilla marxista más exitosa del continente, y al partido Arena que agrupaba al ciudadano anticomunista y a la clase social dominante desde la colonia a nuestros días; con acentuada particularidad desde que el general Maximiliano Hernández Martínez, tomó el poder en 1931.

La realidad es que en las elecciones pasadas del 4 de febrero el presidente Bukele reafirmó su liderazgo y sintonía con la población salvadoreña, al obtener el 84% de los votos emitidos, y de posesionar en la Asamblea Legislativa a 50 de los 60 diputados a elegidos. Desapareció el FMLN que logró a dominar la Asamblea y fue dos veces consecutivas detentadora del Ejecutivo, no obtuvo ni un diputado el 4 de febrero; y Arena con cuatro presidentes consecutivos, solo dos. Dos semanas después el Presidente Bukele se encontraba presente como invitado especial junto al también recién electo presidente de Argentina, el libertario Javier Milei, y el Presidente del partido VOX de España, Santiago Abascal, en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) organizada anualmente por la influyente Unión Conservadora Estadounidense (ACU) que agrupa a numerosas organizaciones conservadoras religiosas, politicas, juveniles, academicas, antiabortistas, segregacionistas, supremacistas, tradicionalistas existentes en esa nación del norte que, a su vez, tienen entre sí diferentes posturas.

La importancia de esta Conferencia anual, donde han asistido hasta diez mil invitados, y numerosas personalidades extranjeras, es que normalmente de allí sale no solo el candidato republicano, sino que marca la ruta a seguir por el Partido Republicano. Mucha expectativa despertó la intervención de este joven presidente salvadoreño, que tanto escozor ha despertado entre una fracción del Partido Demócrata estadounidense, incluyendo a 14 legisladores, tres de ellos abiertamente partidarios del grupo terrorista Hamas de Palestina. Esta Conferencia anual conservadora, la más grande del mundo, que acaba de reunirse en Maryland tuvo como oradores principales a Donald Trump, a Nayib Bukele y a Javier Milei. Nada fácil de interpretar. Lo cierto es que en común coincidieron en la lucha contra el socialismo, la ideologia de género, la inseguridad y el apoyo a los valores tradicionales de la familia. Todos estos enmarcados en la economía de mercado, el orden interno y la libertad.

La presencia del presidente Bukele en esta Conferencia nos indica hacia dónde se dirige su nuevo mandato: la continuidad en la lucha contra la inseguridad, la expansión hacia los mercados internacionales fortaleciendo y horizontalizando la libre empresa, la inversión extranjera, la integridad territorial, las comunicaciones y la educación diversifiada para adecuarse a los planes de desarrollo. Todo ello enmarcado en alianzas internacionales que comparten los mismos criterios. En todo caso hacemos votos por el éxito de su mandato, insertado en pleno siglo XXI, y con aliados internacionales exitosos, porque su éxito, será el de todos los salvadoreños.