Falaris de Agrigento (Sicilia), quien existió en el siglo VI a.C., era originario de la isla de Creta, y como todo autoritario se autodenominó encargado de construir el templode Zeus Atabirino en la Acrópolis, así mismo aprovechó su puesto para autoproclamarse emperador vitalicio, pese a las advertencias del poeta Estesícoro, quien señalaba sin temor todos los atropellos del autoproclamado tirano, evidentemente la disidencia del poeta le condujo a una gran persecución. Pero Falaris no se conformaba con poco, quería todo el poder y el control, es así como consiguió hacerse amo de toda la isla en Sicilia. Bajo su gobierno, se cometieron una gran cantidad de hechos atroces y la brutalidad no era poca.

Así mismo Falaris de Agrigento, gobernó sobre el Imperio griego, donde vivía Perilos, un artista de la metalurgia del bronce que aspiraba a una mejor vida en términos económicos. Fue Perilos, quien le armó a Falaris un toro de bronce dentro del cual podía meterse al enemigo o a todo disidente para calentarlo y cocerlo. Esto como respuesta a la necesidad de Falaris de torturar a sus enemigos hasta provocarles el mayor dolor posible. El vapor de los fluidos corporales de la víctima haría silbar al toro como una tetera. Las víctimas se metían dentro de la barriga del toro y se prendía fuego debajo de esta y la persona moría de una forma dolorosa.

La idea de Perilos era vender el toro al rey para obtener una buena cantidad de dinero. Sin embargo, Falaris era conocido por sus reacciones espontáneas, y cuando llegó el momento de probar el invento, su primera víctima fue el mismo Perilos. La temperatura del invento ascendía hasta los 400 grados. A 65 grados Perilos apenas podía respirar, y cuando llegó a los 100 grados, murió. Tras esto, llegó un intenso pitido, como el de una tetera. Algunos eruditos de principios del siglo XX indicaron una posible conexión entre el toro de Falaris y las imágenes de los cultos fenicios (véase el becerro de oro de Éxodo 32), e hipotetizaron una continuación de la práctica de los sacrificios humanos de Oriente.

Finalmente, Falaris fue depuesto por una rebelión general encabezada por Telémaco, antepasado de Terón (tirano c. 488 - 472 a. C.), y quemado vivo en su toro. Falaris era conocido por su excesiva crueldad, entre sus supuestas atrocidades se encuentra el canibalismo: se dice que comía bebés en período de lactancia. Aunque esta historia parece ser sacada de una película de terror, son hechos que están registrados en páginas de enciclopedias y libros que narran la crueldad humana y la ausencia de sensibilidad.

La historia moderna nos continúa ilustrando sobre la crueldad y el genocidio extremo, que han cometido tiranos como Stalin y Hitler, en Europa, por encima de todos; pero también Idi Amin Dada, en África; Pol Pot, en Camboya y los más recientes: el yugoslavo Milosevic, los Castro en Cuba, Chávez y Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Juan Orlando Hernández en Honduras. Ahora nuestro país se encamina a una dictadura que no tiene retorno, ante la vista impávida de empresarios, emprendedores, abogados, profesionales, soldados, policías, obreros, artesanos, comerciantes, jueces y magistrados.

De modo que existe un temor generalizado, donde los ciudadanos han decido mejor callar, sobre todo porque en boca cerrada no entran moscas, sin embargo, al guardar silencio también nos hacemos cómplices de las injusticias, de las arbitrariedades y de la desobediencia a la Constitución, ya que, al pretender reelegirse, se viola directamente el principio democrático de la alternabilidad en el ejercicio de la presidencia, de tal suerte que no se trata si el pueblo lo quiere, se trata que la Constitución lo prohíbe, es como si un niño le diga a su maestra que ya no quiere las clases de historia y de matemáticas, aduciendo que todos se han puesto de acuerdo que ya no quieren más esas clases aburridas.

Es como si un grupo de personas ciegas se concentraran exigiendo que les den una licencia de conducir, aduciendo que tienen igualdad de derechos, ya que aunque tienen un incapacidad que los inhabilita para obtener una licencia, ellos dicen que se sienten que ven, dado que así lo explica la ideología de genero, que no es lo que eres, sino lo que sientes que eres. Lo mismo ocurre con una parte del pueblo salvadoreño, incluyendo algunos funcionarios públicos, que exigen que se viole la Constitución, para mantener a una persona en el poder, en consecuencia por más que lo pidan y lo exijan no lo vuelve legal.