En dos días, Bukele debería entregarle la banda presidencial a quien hubiese triunfado en unos comicios respetuosos de lo establecido por nuestra Constitución y el Código Electoral vigentes. Pero no. Pese a haber sostenido reiteradamente que solo estaría encaramado en la silla presidencial por cinco años, cambió de parecer ‒o quizás jamás fue cierto‒ y seguirá ocupándola al menos otros cinco más. Declaró repetidamente lo primero y mucha gente le creyó. En realidad, debió ser escasísima la que imaginó o de plano nunca dudó que faltaría a su palabra; entre esta reducida parte se encontraba su servidor. Nuestro hoy santo cuando era monseñor y estaba a la cabeza de la arquidiócesis de San Salvador, bien dijo que entonces en el país se vivía “una hora de lucha entre la verdad y la mentira; entre la sinceridad, que ya casi nadie la cree, y la hipocresía y la intriga”.

Eso expresó don Óscar Arnulfo Romero y Galdámez hace casi medio siglo. La actualidad de dicha afirmación en nuestra tierra es, repulsiva y lamentablemente, evidente; es que el salvadoreño más universal además de mártir fue profeta, aunque el oficialismo intente reescribir hasta su historia. Y Armando Bukele –el fallecido padre de Nayib y del resto del clan que controla todo el aparato estatal–aseguró lo siguiente: “Un mentiroso es el ser más creíble; si cuando lo lees o escuchas lo pones al revés. Solo dice mentiras; inviértelas y conocerás la verdad”.

Y su hijo, insisto, habiendo expresado no una sino varias veces que no duraría más del período contemplado formalmente como primer mandatario, está a punto de reengancharse en el cargo. Para ello, ordenó descabezar la Sala de lo Constitucional legítima y legalmente establecida; también se llevó de encuentro al fiscal general de la república en una misma jornada durante la legislatura pasada, el día que esta inició su período. Esos pudieron haber sido los mayores obstáculos para consumar su proyecto autocrático; por ello, los apartó del camino para incumplir lo que había sostenido anteriormenteviolando la carta magna que juró en vano respetar, como lo hará nuevamente.

También se metió a la Universidad de El Salvador(UES) en el 2018, mintiéndole a su comunidad en el marco de una de las escasas actividades proselitistasque realizó. La primera de las promesas que soltó ahí fue la de aumentarle el presupuesto de forma gradual, hasta superar al resto de países centroamericanos en lo que toca al porcentaje del Producto Interno Bruto. Más aún, afirmó que marcharían juntos hasta la Asamblea Legislativa a la hora de exigir su cumplimiento.

Asimismo, ofreció convertir nuestra alma mater en la mejor de la región; inaugurar sedes en tres departamentos; remodelar sus instalaciones; asignar un presupuesto especial para comprar equipo tecnológico y darle mantenimiento adecuado a la infraestructura; abrir carreras y facultades, como la de Artes, en consonancia con los nuevos tiempos; sustituir mobiliario y equipo obsoleto o en mal estado; actualizar y modernizar la red bibliotecaria, con nocturnidad incluida; apoyar e impulsar la investigación científica y tecnológica; construir residencias adecuadas para estudiantes que requirieran alojamiento; incrementar y fortalecer el programa de becas; reforzar y equipar la clínica de bienestar universitario para elevar su nivel, brindando atención gratuita y de calidad; destinar fondos específicos para pagar pasivos laborales y retiros voluntarios del personal; y crear un ministerio ad hoc para impulsar el desarrollo del país... ¡como potencia tecnológica y científica mundial!

Lástima que este espacio para plasmar nuestras ideas y reflexiones sobre diferentes asuntos sea, por razones lógicas, limitado; lástima, sí, sobre todo en esta ocasión porque el listado de embustes presidenciales es diverso y profuso. Por ello, centrémonos tan solo en el ofrecimiento estrellalanzado en aquel evento dentro del campus de nuestra máxima casa de estudios. A lo largo del primer quinquenio del “bukelato”, nunca se aprobó el presupuesto prometido y presumido como el mejor y más abundante de la región; es más, a nuestra única universidad pública el Gobierno le adeuda decenas de millones de dólares que apenas ha comenzado a entregar a cuentagotas.

En tales condiciones, con unas autoridades de la UES que no dan la talla, ¿cómo hacer realidad la anterior y el resto de promesas del ‒hasta este 31 de mayo‒ inquilino constitucional de Casa Presidencial? Con la lucha organizada de docentes, estudiantes y personal administrativo. ¡Solamente así! Sino terminarán siendo puras y duras seducciones electoreras hechas hacemás de media década, pero nulas para la etapa perraque se le avecina a nuestra querida y sufrida entidad académica otrora combativa.

Ojo: por ahí leí que las mentiras y los engaños tienen fecha de vencimiento; también las dictaduras.