Las reflexiones que me ocupan, tienen que ver con la democracia, el poder, las relaciones entre los individuos, la tolerancia, la disidencia y la libertad. Tengo claro que, no es cierto que los humanos seamos buenos. Nuestra naturaleza reptiliana, apunta casi siempre hacia el mal, especialmente cuando la familia falla y, no forja el carácter democrático; ni cultiva los valores que orientarán nuestras vidas. De modo que, aunque algunas veces creí que era posible, no podemos prescindir del poder, legítimo y eficiente que, organice acciones que no podemos manejar individualmente. No comparto todas las ideas de Hobbes, en el sentido que debemos renunciar a nuestra libertad, a cambio de seguridad. Incluso hay estudiosos que demuestran que, hay sociedades sin gobierno; y que las que las han organizado, no siempre fue por incompetencia o debilidad de sus ciudadanos. Más bien, acepto la idea del pacto horizontal, de orientación liberal en que, aplicamos la razón al poder, lo controlamos como “multitud ciudadana”, al decir de Spinoza; o mediante el voto ciudadano en elecciones en las que, no aceptamos nada que afecte la voluntad soberana.

La libertad, para hablar, escribir y publicar, es fundamental en mi visión de escritor. Admiro a Leonardo Padura que puede vivir un tiempo sin libertad. Y, salir de la cueva habanera, para respirar aires nuevos; pero admito que no podría vivir un pie en la tiranía, la falta de libertad; y el otro pie, en Madrid, respirándola, hablando, discurriendo y soñando. Por ello, más bien sigo a Vargas Llosa, Hannah Arendt, Krause y Octavio Paz, en lo referido a considerar la dictadura y el totalitarismo, como la mayor amenaza para el ser y la existencia humana. Me gusta Madrid y Barcelona, por sus diarios en donde libremente se opina, sobre lo divino y lo humano. Buenos Aires, México y Washington, Paris, Roma o San José de Costa Rica, me parecen ciudades ideales para hablar, opinar e incluso, entrar en discusiones en el ejercicio de la disidencia, que es la mejor expresión de la libertad individual. La Habana, que llenó mis sueños juveniles. O Caracas el principio de mi militancia política social cristiana, — donde vi desde lo alto y anduve de librerías en El Silencio–, ahora me parecen ciudades horribles, porque no hay periódicos – solo los oficiales, que dicen las mismas cosas —donde los disidentes, no pueden criticar las acciones gubernamentales; y, los escritores solo pueden publicar sus obras si tienen el visto bueno del Ministerio de Cultura. Esto es terrible. Por ello, las dos veces que me han invitado a Cuba, he declinado. No por miedo a que me quiten la visa, como me dijo en casa el Encargado de Centroamérica del PCC, sino porque no me bastarán las bromas populares en contra del “Caballo”, porque soy de los que no solo vivo de las voces, sino que requiero de la compañía de las letras, los libros y los periódicos.

Una primera conclusión: la libertad, solo es posible en la democracia. Fuera de la democracia, la libertad es falsa, una moneda de cambio que usan los tiranos, para mantenernos arrodillados. Claro, no todas las sociedades tienen democracia perfecta. Acepto que, tenemos una imperfecta; pero la prefiero a la cubana, venezolana o haitiana. Porque no se trata de asuntos ideológicos, sino que, cuestiones existenciales. La vida sin libertad, tanto porque el tirano domina todo e incluso no quiere que pueda pensar libremente, o porque el bondadoso gobierno ha resuelto todo y no tengo nada que hacer, es imposible de vivir para algunas personas, entre las que me cuento. No acepto incluso, negociar mi seguridad personal, la comodidad de los bienes, a cambio de entregar la libertad para opinar y cuestionar. Muchos creen que los idealistas somos bobos porque pensamos así. Pero la verdad es que vivir sin libertad es mejor morir. No solo lo digo yo. También con sus actos, lo repiten los inmigrantes que prefieren irse, alejarse de la tiranía, antes que entregar su existencia para languidecer en la pobreza y la dependencia.

Un lector, me escribió, diciéndome que me nota, amargado. Le dije que no. Estoy preocupado. E incluso angustiado, porque sé que, estamos perdiendo la democracia; y, con ello la libertad. Con la colaboración de las víctimas. Y que, fuera de ella, no podré vivir, nunca jamás.