En los últimos 75 años, nunca habíamos tenido una situación como la que vivimos. Un gobierno, con un partido – una federación de “tribus” mal avenidas – que no estaba preparado para gobernar, que no tiene claridad en lo que busca y que, fuera de su afán por destruir, por mientras se les ocurre que harán, enfrenta la oposición más creciente y nerviosa que se tenga memoria. Un escenario, de enorme inestabilidad en el que, la presidente Xiomara Castro cada día, se siente más sola y desamparada.

Honduras, siempre ha tenido el problema de falta de instituciones consolidadas. Durante la colonia, no pudo hacer de la minería y la ganadería, la base de su crecimiento económico y para la constitución de una burguesía nacional. Durante el periodo republicano, frente a un Morazán que quería preservar la institucionalidad, las fuerzas conservadoras destruyeron desde la federación, hasta el estado que solo hasta 1865 que, empieza a definirse en las manos de Medina. Por ello es que ahora, todos reaccionamos con estupor, cuando escuchamos a los líderes gubernamentales, algunos esperpénticos como Edwin Hernández, viceministro de educación que rechaza el culto a la Patria y más bien nos convoca a la destrucción de todo lo frágil que ha sobrevivido; la única alternativa que nos queda para construir el futuro. O el militar que dirige la Policía Militar de Orden Público, dándonos una lección de inclusión idiomática, sin tener autoridad y preparación para ello, lo que provoca burlas y chistes que inundan las redes sociales.

El líder del país, Manuel Zelaya, es una figura patética. De mucha fortaleza para lograr sus caprichos, entre los cuales está en forma obsesionada la titularidad y control del poder público. Pero una vez logrado, igual que le ocurriera con los negocios familiares, no sabe qué hacer. Y como niño curioso, ante un coche de hojalata, lo abre para saber cómo funciona, sin tener planes para reconstruirlo. Por ello, este es el gobierno que menos claridad tiene hacia donde se dirige. No sabe qué hacer. Incluso, las expresiones: “refundir”, “socialismo democrático” y “marxismo”, son expresiones vacías, sin contenido y definición acordada. Lo que funciona bien, lo paralizan: las eléctricas, el sistema de llamadas 911, las relaciones con los Estados Unidos y la reactivación económica. Y para lo que no existe son, incapaces de imaginar siquiera un mínimo curso de acción. El caos, el desorden teórico, el discurso cubista y los planteos infantiles, conmocionan al país. Y frente al caos, las amenazas de destrucción de las instituciones, la oposición se mueve nerviosa, como nunca. Y dentro del caos que estamos viviendo, una sola voz, patética y débil se escucha entre el vocerío caótica: Xiomara Castro, afirma que ella, es demócrata.

Todos los días, los hoteles están llenos de grupos que comparten preocupaciones y buscan acuerdos, para impedir que el caos destruya las instituciones básicas: la familia, la institucionalidad jurídica, la inversión y las redes sociales, en donde más que las críticas, nos llama la atención que se le ha perdido el respeto a los gobernantes. Y que se burlan de ellos.

En dos escenarios probables, Libre – partido en el gobierno que pierde respaldo y cosecha rechazo de la población – tiene, si se mantiene en el marco de la institucionalidad democrática, perdidas las próximas elecciones. En otro escenario, el autoritario, buscará desmontar los sistemas electorales y el control del aparato de seguridad, provocando la fiera resistencia de la población; y de, los grupos que no aceptaran la ruptura del orden constitucional. Temerosos los revolucionarios de Libre del rechazo popular, quieren controlar las Fuerzas Armadas -ya dominan la Policía Nacional- que son objeto de una penetración burda en que los oficiales están más orgullosos de la militancia política y subordinación partidarista que del oficio militar. Para desde allí, crear un domino que paralice la sociedad. Pero si hay un grupo de coroneles que dominan la institución, hay capitanes y mayores que pueden anticipar rebeliones y rupturas. Volviendo débil a Honduras y haciéndole creer al público que Bukele y sus fuerzas, desde El Salvador, entrarán a Honduras para dominarnos. Este escenario es preocupante. Todavía hay tiempo para reaccionar. Pero cada día es más corto.