En Nicaragua la situación política ha experimentado el movimiento de algunas piezas en el tablero de juego. Las declaraciones para CNN que ha dado el hermano menor de los Ortega (Humberto), a propósito de la liberación de los presos políticos, ameritan una cuidadosa puntualización.

Para Humberto Ortega solo resolver la larga crisis política puede abrir el camino para una mejora de la situación económica, y de ahí a la estabilidad solo hay un paso. Sin admitirlo, desde luego, el mayor de los Ortega (Daniel) comparte esta perspectiva, y decidirse a ‘canjear’ a los presos políticos para tratar de mejorar su relación con Estados Unidos sería expresión de ese punto de vista.

Aunque el menor de los Ortega (Humberto), que al parecer está ya plantado dentro de Nicaragua con la intención (¿misión?) de buscar una salida a la crisis política, fue cuidadoso en el vocabulario que empleó en esas declaraciones para CNN, lo cierto es que dejó entrever algunas costuras. Dio a entender, Humberto, que está en el campo de los que quieren solucionar las cosas por las buenas en Nicaragua. ¿Pero quiénes son los demás? Sin duda, esos otros no son del sector de la actual oposición vapuleada, expatriada y a quienes se les ha cancelado su nacionalidad.

Todo indicaría que este es un puente que se le está tendiendo a Daniel Ortega desde lo que queda del sandinismo ‘histórico’, para llamarlo de algún modo.

La respuesta de Daniel Ortega, irascible y descompuesta, frente la actitud del obispo Rolando Álvarez de no querer abandonar Nicaragua cuando ya lo iban a subir al avión, da cuenta de lo impreciso del paso dado, de lo a regañadientes que ha sido la acción emprendida.

Como los alcaides de las prisiones, panópticos y perturbados por el mismo encierro que custodian, Daniel Ortega mandó al obispo Álvarez a una celda de castigo, después de apresurar su condena. Hasta Humberto, hermano menor de Daniel, consideró en sus declaraciones que se trató de una acción precipitada e impráctica. No está jugando Daniel, ¡está nervioso! Inseguro y ‘estresado’ por la senda adoptada, porque al mover piezas en el tablero sabe que de parte de ‘las blancas’ (porque él lleva ‘las negras’) también habrá cabriolas que no controlará.

Sin embargo, Humberto Ortega se desliza en algunas cascaritas al suponer que con esta liberación de los presos políticos se cierra la coyuntura abierta en abril de 2018. Casi que está diciendo borrón y cuenta nueva. Y es que ‘olvida’ señalar que quien vulneró la institucionalidad y asesinó a más de 300 personas en 2018 y a partir de ahí, con su persecución y acoso generó un éxodo multitudinario hacia otros países (Costa Rica y Estados Unidos, como los principales destinos) es el gobierno encabezado por su hermano mayor. Es decir, con lo expresado por Humberto quedarían en la impunidad todos esos atropellos. Un pragmático de pura cepa como es el menor de los Ortega, se muestra como un político poco realista y por momentos bordeando el cinismo.

Sin justicia ni restauración no hay solución a la crisis política. Y si personajes como Humberto Ortega han decidido visibilizarse, deben tener en cuenta que el esquema represivo actual de Nicaragua es el dispositivo que debe desmontarse para comenzar a hablar de resolver la crisis política. Valora bien, Humberto, que tanto la ‘oposición’ como el gobierno nicaragüense no están preparados para emprender ese camino de solución, pero yerra al volver a poner una fecha de cuándo y cómo se resolverá todo: en 2026 con las nuevas elecciones.

El menor de los Ortega está pensando de manera muy simplista las cosas. Nicaragua necesita de una profunda recomposición político-institucional, y esto no puede reducirse o encapsularse en un proceso electoral. Lo debe incluir, sí, pero antes hay que torcerle el cuello a todo ese dispositivo represivo que ha llevado a Nicaragua a un camino casi sin salida. Y para comenzar, la Policía, el poder judicial y la institucionalidad electoral han sido desvirtuados y pervertidos. Sin revertir eso es iluso pensar en otra cosa.

¿Podrá este gobierno que encabeza el mayor de los Ortega desandar el camino adoptado desde 2018? Es muy difícil y se requiere de una flexibilidad y de un proyecto político viable que lo que queda del sandinismo ya no tiene en sus alforjas. Es entre los que adversan, dentro y fuera de Nicaragua, al régimen autoritario actual que podría gestarse la configuración de un nuevo proyecto político, fresco y abierto, que deje atrás este lapso oscuro y sangriento. Pero eso exige imaginación y construcción de fuerzas político-sociales renovadas.