La respuesta global durante estos tres años de pandemia de covid-19 ha sido inadecuada. Particularmente con respecto al rol de la Organización Mundial de la Salud (OMS)/Organización Panamericana de la Salud (OPS). Esto no es una novedad. Durante más de 20 años, la OMS ha estado reformándose como resultado a críticas sobre su trabajo durante mayores brotes epidémicos y pandemias. Cada episodio de estos ha llevado a la conclusión que la OMS estructural y organizativamente es inadecuada para apoyar efectivamente a sus estados miembros, y a la comunidad global.

¿Pero cuál es el rol de esta organización?
La OMS nació en 1948 como un cuerpo político-técnico que dirige y coordina la salud dentro del sistema de Naciones Unidas (UN, por sus siglas en inglés). Una de sus responsabilidades específicas es “implicar a los socios internacionales en la salud mundial; configurar la agenda internacional de investigación sanitaria; establecer normas y estándares; articular una política sanitaria basada en evidencia; proporcionar apoyo técnico a los países; y supervisar y evaluar las tendencias sanitarias mundiales”. Pero lo más importante es que la OMS tiene la responsabilidad de “dirigir y coordinar la respuesta global a emergencias de salud”, de acuerdo con el “Reglamento Sanitario Internacional” (RSI). Este fue redactado para responder a epidemias de cólera en los 1800 y ha sido revisada en varias ocasiones. Su última versión data del 2005, como respuesta a la epidemia de SARS.

El RSI (2005) exige a todas las naciones que detecten, evalúen, notifiquen y respondan a los eventos de salud pública. El RSI también establece medidas específicas para limitar los riesgos sanitarios para los países vecinos y evitar las restricciones injustificadas a los viajes y al comercio. Lastimosamente, el “agujero negro” en su efectividad, a pesar de muchos esfuerzos, aún continúa. La OMS carece de autoridad directa para conducir investigaciones, ejecución o autoridad para obligar a las naciones.

Este agujero negro limita la funcionalidad de la organización para confrontar a aquellos países, que, en una situación de crisis global, y por intereses políticos partidarios implementan medidas que no están de acuerdo con la normativa internacional y/o la evidencia científica, poniendo en peligro no solo a su ciudadanía sino a sus países vecinos. Ejemplos muy cercanos hemos observado en Centroamérica, como la utilización de Ivermectina en El Salvador y la estrategia del “Libro Blanco” de Nicaragua, a la que el doctor Álvaro Ramírez, exdirector de epidemiología del Ministerio de Salud de ese país, calificó como “un grupo de mentiras organizadas, una repetición sin fundamento y explicación científica, un panfleto de propaganda del gobierno y de falsa imagen que hacen algo, pero que verdaderamente no representa un beneficio para la población nicaragüenses”.

No es coincidencia que ambos países han sido criticados por la comunidad internacional por el manejo de la información sanitaria, la cual acusan de esconder con un subregistro marcado en el número de casos y muertes. Incluso, los diputados de Costa Rica exigieron a la OPS en el 2020 que interviniera e investigara para conocer la situación real en Nicaragua, donde las “autoridades van a contramano de las medidas tomadas a nivel internacional”. Es decir, el manejo autoritario de la pandemia en algunos países, llegó incluso a rozar situaciones políticas delicadas entre países vecinos e incrementar sentimientos xenofóbicos entre ciudadanos de estos países.

Y en vista de estas deficiencias, ¿qué se puede hacer? Es preciso aclarar que estas limitaciones en la autoridad de la OMS para el manejo de eventos de emergencia internacional no han sido producto de un descuido, sino una acción deliberada de los países miembros para socavar esa misma autoridad y poder seguir ejerciendo, aun en periodos de emergencia internacional, su “individualismo” nacional o soberanía.

Ante estos vacíos, la OMS organizó el año pasado un “panel independiente para la preparación y respuesta ante una pandemia”. Este panel, conformado por expertos a nivel mundial en epidemias y pandemias, produjo siete recomendaciones para elevar la capacidad de esta organización internacional en el manejo futuro de eventos sanitarios de interés internacional. Una de las siete recomendaciones de este panel fue “fortalecer la independencia, autoridad y financiamiento de la OMS”. Amén.