Estoy escribiendo un libro sobre los acontecimientos más relevantes del año en mi país adoptivo, y confieso que estoy un poco atrasado ya que voy finalizando apenas el correspondiente al 2019, el cual titularé “Año terrible”, por los casos de corrupción que salieron a la luz.

El 2015 se instaló, con base a un acuerdo con la OEA, la Misión Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH), un triunfo de las Antorchas, ciudadanos sin ningún tinte político los cuales, hartos de la corrupción, salían religiosamente todos los viernes en la noche, con antorchas en mano y en diferentes ciudades del país, a reclamar por el cese a la corrupción.

Se creó como brazo ejecutor la Unidad Fiscal Especial contra la Impunidad de la Corrupción (UFECIC) adscrita al Ministerio Público (la FGR).

Hago una breve reseña de un par de casos relevantes que se presentaron ante los tribunales. El proyecto de riego del valle de Jamastrán y de cosechadoras de agua, con los cuales se beneficiaría a muchos pequeños agricultores, en una de las zonas del terrible corredor seco.

Se licitó el proyecto, la empresa gastó en algunos elementos, pero nunca funcionó, todo el material, herramientas y equipo quedaron tirados con un valor de $ 5,284,552.84. La empresa prometió abrir 300 pozos, después bajo a 103, pidió más dinero y desapareció sin que haya sido nadie demandado. ¿Coimas de por medio? Quizá.

Las cosechadoras de agua (pequeñas lagunas artificiales impermeabilizadas) más el sistema de riego respectivo, costó $ 8,130,081.30. Se pactaron 400 lagunas. Apenas se abrieron aproximadamente 40, muchas de ellas nunca funcionaron porque debían construirse aprovechando la gravedad, y ni eso lograron hacer.

En el corredor seco hondureño la pobreza azota al 82% de sus pobladores. Esos proyectos ayudarían a más de 25,000 de los mismos. Todos quedaron defraudados, cada año la sequía los vuelve más pobres, y nadie fue procesado.

Otros casos trascendentales fueron los del expresidente Porfirio “Pepe” Lobo Sosa y el de su esposa Rosa Elena Bonilla de Lobo.

El expresidente realizó una maniobra un tanto sofisticada como tramposa, pero sobre todo inmoral ya que el dinero que se sustrajo era del Patronato Nacional de la Infancia (PANI), el cual se alimenta con la lotería nacional, dinero que se debe destinar a quienes su mismo nombre lo indica.

Este tipo de empresas son “agarradas” como cajas chicas por los gobiernos de turno, al igual que las estatales de energía eléctrica y la telefonía fija. Gobierno que llega, gobierno que las esquilma. De hecho, estas últimas dos (ENEE y HONDUTEL) están prácticamente quebradas a pesar de constituir un monopolio cada una en su respectiva actividad.

Pepe Lobo emitió un decreto presidencial y de consejo de ministros (PCM) para crear un fondo especial cuyo fundamento y principal considerando fue: “El Estado de Honduras atraviesa una crisis financiera, que le dificulta cumplir con las obligaciones de recursos para atender la ejecución de programas sociales, en beneficio de la población vulnerable del país”. Ese dinero fue a parar a la seguridad personal del presidente y luego a la cuenta a cargo de la Presidencia, o sea, dinero a discreción para el exmandatario del cual nunca hubo rendición de cuentas.

En cuanto a la ex primera dama, esta actuó de forma más burda. Cuatro días antes que terminara el período presidencial de su esposo transfirió de la cuenta bancaria asignada a la Oficina de la Primera Dama a su cuenta personal la cantidad de $423,728.81. Ese dinero provenía de donaciones hechas por países amigos y debería haber sido utilizado para comprar zapatos para los alumnos de escasos recursos.

Como uno de los casos más sonados en la historia de Honduras, la señora de Lobo fue condenada a 58 años de prisión. Luego, la Sala de lo Penal admitiría una casación y ordenó la repetición de la vista pública. Volvió a ser condenada, “solo” que a 27 años.
Valgan estos casos para advertir al pueblo salvadoreño que, cuando la clase política que gobierna se siente impune y todapoderosa, incluso bendecida por un tal dios, es capaz de convertirse en el peor de los depredadores de un pueblo.
Los casos son muchos más, pero el espacio no alcanza.