En la ronda de negociaciones existe combinación de antagonismo entre los participantes, que incluso abarcan hasta choques de personalidades por el temperamento y el carácter de los mismos. Las negociaciones no son inmediatas, ni mucho menos mecánicas, llevan componentes genéricos y especiales, según la naturaleza del asunto que las generan y son constitutivos de una cadena de razonamientos para transformar el conflicto, empleando una eficaz actividad psicológica con ingeniosos razonamientos para enfrentar situaciones engañosas y de segundas intenciones, es en este punto en cual surgen en las altas cuerdas de la mediación, situaciones que admiten sorpresas, las cuales generan inestabilidad ya que comienzan movimientos como de una montaña rusa, es decir, a balancearse la cuerda floja del proceso de un lado a otro, en este caso, debe de aplicarse la ley de la conservación del mecanismo negociador, para que la combinación de intereses vayan buscando el molde de los acuerdos que van a contener el pacto final.
Toda negociación no es en sí una sola, pero constituye una unidad, lo que ocurre es que se presentan en el proceso diversos y diferentes propósitos, estrategias y tácticas; lo que nos indica que no hay una sola perspectiva que se nos presente, por el contrario, hay varias vertientes que surgen de la capacidad directa de cada participante, dándole de esta manera sentido a la ronda de negociaciones, aunque al principio no se comprenda en forma completa el significado de éstas. El desgaste del proceso y el tiempo que transcurre en el mismo, son factores que colocan en la cuerda floja a la negociación, puesto que puede ocuparse como medio para destruir al oponente y, a su vez, quebrantando su voluntad de mediar, poniendo el viento en contra del oponente.
Ante tales circunstancias, puede crearse desesperación e impotencia en los negociadores y balancearse la cuerda floja de la misma. El reto más importante para mantener la cuerda de la negociación estable y equilibrada es la defensa de los intereses, mediante la búsqueda de acuerdos aceptables para las partes, de tal manera, que la negociación forma parte intrínseca del poder negociador que se va desplazando a medida que se ejerce.
El abogado intermediario debe fungir como un arreglista del poder negociador, pues tiene consigo sus propias interpretaciones de los hechos, actos y circunstancias y, debe saber, además, qué dimensiones tiene una negociación, o mejor aún, saber manipular la cantidad de dimensiones sobre las cuales se discute. La representación de intereses es la relación de causalidad entre el abogado negociador y su cliente, y es lo que hace que surja la posibilidad de encontrar una solución que abarque los intereses de las partes involucradas al proceso.
Durante el desarrollo, el contenido estará determinado por el avance que se tenga en la negociación en sí y por sí, junto con la habilidad con que se manejen y apliquen las diferentes tácticas. Toda negociación presupone regateo, y un estira y encoge, pero esto no debe de producir efectos que desestabilicen el método. La fórmula para mantener el equilibrio negociador es la defensa de intereses buscando beneficios para todas las partes manteniendo una relación estable. No hay que estirar tanto la cuerda como para reventarla. Es un tema práctico, como llevar a la realidad la negociación.