La particularidad del crecimiento de la delincuencia común y del fortalecimiento de los cárteles de narcotraficantes en los gobiernos de izquierda me ha llamado a escribir esta segunda entrega sobre el mismo tema, ahora refiriéndome a los casos de Nicaragua y Honduras.

Ya toqué los casos de Venezuela y de México, ahora toca hablar de los gobiernos de Daniel Ortega en Nicaragua y Xiomara Castro de Honduras, éste en particular se ha desbordado de forma insoportable hoy en día, y va creciendo.

Con Daniel Ortega el famoso y respetable diario digital El Faro, ahora en el autoexilio gracias a otro régimen demagogo, publicó un libro escalofriante, “Crónicas negras”, sobre la delincuencia en la región. Sobre Nicaragua mencionaba que la delincuencia común estaba controlada, pero sí redactó con lujo de detalles el serio problema de tráfico de drogas en la zona atlántica, done la autoridad no llegaba ni llega, y el gobierno central, ya ahora eternizado en el poder, se hacía del ojo pacho.

Esa era la realidad, según las investigaciones hechas antes de la publicación del libro en 2013, ahora parece haberse normalizado, es decir, aceptado que el país sea una vía de tránsito de drogas y todos tranquilos. En un principio era posible que hubiese cierto combate, pues bien recuerdo cuando una caravana de vehículos que se hacía pasar por ser de una televisora mexicana pasó por buena parte de Centroamérica y no fueron detenidos, solo en Nicaragua tuvieron el valor de frenarlos, pesquisarlos y descubrir que llevaban millones de dólares mal habidos, que los llevaban a Colombia como pago a los narcos.

Solo en Nicaragua tuvieron las agallas de pararlos y decomisar el dinero, cuando la caravana ya había pasado por Guatemala, El Salvador, Honduras, pero en Nicaragua toparon. Hoy al parecer eso ya no sucede y tienen vía libre.

Con respecto a la delincuencia común la situación es peor. El problema de las pandillas es casi nulo, pero la peor de las mafias son los policías quienes se han convertido en asaltadores, extorsionistas, chantajistas con toda la venia del gobierno Ortega Murillo.

¿Y cómo no? La vida, pero sobre todo la información que surge de tantos países del globo, me ha demostrado que las policías de cada país, de cada región de un país, son el crimen organizado más grande de sus respectivas comarcas, ¡ojo!, siempre y cuando no haya la debida supervisión constante de las autoridades superiores y de la clase política. Si se les deja hacer, son capaces de convertirse en el peor enemigo de la población que queda definitivamente a la deriva, esclavizada a las arbitrariedades y acciones criminales de los uniformados.

En Nicaragua no es de extrañarse pues la corporación policial se ha convertido en el brazo armado principal del régimen tiránico de los sandinistas usurpando propiedades; vigilando, persiguiendo, encerrando, torturando, desterrando políticos arbitrariamente; expropiando propiedades privadas, etc.

Con ese poder ilimitado no es de extrañarse que se sientan a sus anchas para cometer otro tipo de delitos contra la población y, ¡atención!, es un gobierno de izquierda, de esos que lanzaban veneno contra la derecha, contra el sistema, que se cortaban las venas jurando que serían diferentes y que protegerían al pueblo.

Típico de la izquierda. Son iguales o peores a los que critican tanto.

Otro gobierno idéntico, o peor, es el de Xiomara Castro en Honduras, también de izquierda, amigo del chavismo, afiliado al Foro de San Pablo y con el mismo discursito hueco.

El tema es muy amplio porque lo leo, lo veo, lo vivo a diario y lo deja a uno desconcertado de no solo la ineptitud para combatir la delincuencia, sino también de cómo la actividad de los narcos ha aumentado hasta volver a convertir zonas del país en una nueva Medellín de los años 80 y 90. Y lo que lo deja estupefacto es que se llenaban (y siguen repitiendo) que el gobierno anterior era un narcogobierno, pero ahora los narcos dominan y atacan más, y en más partes del país.

Pero, igual, no es de extrañarse, porque el cuñado de la Presidenta, vicepresidente del Congreso Nacional, Carlos “Carlón” Zelaya, y hermano del supremo líder del partido en el gobierno, José Manuel Zelaya, está señalado, desde hace años, como un narco de altos vuelos.

Pero bien, el espacio en esta columna es tiránico y sobre Honduras, su gobierno de izquierda y el aumento de la delincuencia hablaré en la siguiente entrega.