El Salvador volvió a romper su propio récord: obtuvo la peor evaluación en el Índice de Democracia desde que se creó. Según The Economist, entidad que elabora esta medición, El Salvador es el mejor ejemplo de un país que vive un retroceso democrático. Lo mismo había indicado en 2022, el Instituto V-democracia del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Gotemburgo, Suecia en su Informe de la Democracia 2022 donde incluyó a El Salvador en la lista de países con regímenes autocráticos, es decir, territorios con unos sistemas de gobierno que concentran el poder alrededor de una sola persona, y socavan las instituciones democráticas.

En los círculos académicos, a nivel nacional e internacional, el consenso es claro sobre los retrocesos democráticos en El Salvador y las implicaciones, no solo en corto plazo, que tendrán para la sociedad en su conjunto. La captura total de la institucionalidad pública, la falta de separación de poderes, la carencia del debido proceso, la ausencia de la rendición de cuentas, los ataques arteros hacia cualquier persona que se atreva a cuestionar una sola medida gubernamental solo son algunos de los ingredientes de un coctel molotov capaz de mandar a cuidados intensivos a una débil democracia, como la salvadoreña. Pero, ¿por qué esto parece tan alejado del diario vivir de la mayoría de la población salvadoreña?

Aunque la respuesta no es monolítica, una aproximación puede encontrarse en la percepción de la situación económica de las personas. En realidad, la mayoría de la población salvadoreña nunca percibió los réditos de vivir en una democracia plena, porque eso nunca se logró en el país. Y los enormes avances que existieron luego de la postguerra se concentraron principalmente en los derechos civiles y políticos; mientras que los económicos y sociales, en el mejor de los casos quedaron relegados.

Por ello, la constante para la mayoría ha sido vivir en una situación económica precaria donde llegar al fin de mes ha sido un suplicio. Y también, aunque hubo avances en las políticas públicas, estos eran insuficientes para evitar que ir al sistema de salud fuera un martirio o que la educación pública fuera incapaz de abrazar a toda la niñez y garantizarles un desarrollo pleno donde pudieran soñar en poder vivir en mejores condiciones que sus padres y madres.

La paradoja es que en lo concreto esta realidad económica y social, en el mejor de los casos no ha cambiado, tal como lo señala la propia población en las diversas encuestas. Además, los datos no mienten, el número de pobres extremos ha aumentado, la cantidad de personas que padecen hambre también y El Salvador es el país que menos crece en toda la región centroamericana.

Siendo simplistas podemos cuestionarnos, ¿por qué entonces se está dispuesto a entregar los avances democráticos sin recibir mejoras concretas en su situación económica? La respuesta podría encontrarse en la sensación de esperanza que ha logrado crear el actual gobierno, es decir, a pesar de que ahora la situación está mal, la esperanza es que en el futuro todo mejorara

El detalle es, ¿qué pasará cuando el tiempo vaya pasando y esa ilusión se empiece a diluir y la mayoría acepte que el deterioro democrático no mejoró la situación económica, sino que incluso la empeoró?

Aunque ahora parece un desperdicio, en realidad hoy más que nunca es fundamental, desde la academia, los movimientos sociales y los diversos sectores del país presentar propuestas y alternativas que le demuestren a la mayoría de la población que la democracia no tiene que ser la moneda de cambio para mejorar la situación económica y que vivir en democracia además de la garantía de los derechos civiles y políticos, también se incluye se concreta cuando nunca falta la comida en la mesa, cuando la educación y la salud pública son universales y además de calidad, que los hombre y mujeres pueden incorporarse en igualdad de condiciones a un mercado laboral que garantiza salarios justos y donde quien tiene más dinero paga más impuestos, d donde todas las personas, independientemente de cualquier condición, tienen un sistema de protección social que les protege. En síntesis, propuestas para avanzar en una democracia económica.