Quién lo iba a pensar que volveríamos a tener un presidente reelecto. Después del tristemente recordado por los analistas e historiadores serios, Maximiliano Hernández Martínez, y su estela de muerte, 80 años después tendremos, nuevamente, un presidente que sucumbió a las mieles del poder.

Los constitucionalistas del 83 sabían las consecuencias de semejante cáncer (la reelección) y pusieron todos los candados para que no sucediera, pero sucedió. Al final y al cabo, una Constitución, ante el poder (o el silencio cómplice) de las armas o la corrupción, o ambas, no es más que papel mojado. Siendo ya así las cosas lo único que se puede hacer es recomendar al, hoy por hoy, seguro candidato ganador, de que ponga énfasis en la educación. Para mí han sido fuente de inspiración las investigaciones de Andrés Oppenheimer en su serie de libros sobre el tema: Cuentos chinos, Basta de historias y Crear o morir.

No es que el premio Pulitzer sea un experto sobre educación, es que le ha interesado sobremanera descubrir de propia mano, entrevistando a los protagonistas, qué es lo que hicieron en otros lares que en Latinoamérica no ha hecho ningún país para desarrollar, en pocas décadas, su educación lo cual desembocó en un desarrollo económico vertiginoso, sostenido y de primero mundo. Para elaborar sus libros visitó varios países del subcontinente, pero sobre todo países al otro lado del charco para realizar su investigación, así pues, tocó suelo en Irlanda, Israel, India, Singapur, China, Japón y Dinamarca. Luego se tomó el tiempo de cotejar la información recabada con las realidades de México, Brasil, Venezuela y Argentina, o sea, casi todas las “potencias” económicas regionales (con excepción del risible régimen chavista), y los resultados fueron desalentadores. ¡Años luz de diferencia!

Los países que son un ejemplo a seguir partieron de un pacto nacional sobre la educación, el cual, a grandes rasgos, se divide en las siguientes etapas: educación básica, universidad, innovación y desarrollo y proyección internacional.

En la educación básica, desde el jardín de niños hasta bachillerato, se imparte enseñanza de la más alta calidad, lo cual parte de preparar a los docentes actuales como a una generación de profesores con altísimos estándares. Por cierto, que los profesores en este proyecto son los profesionales más valiosos con los que la nación cuenta, de allí que sus salarios y prestaciones sociales son como corresponde, con la oportunidad y obligación que se superen con diplomados, talleres, maestrías, doctorados, etc.

La infraestructura es concomitante a lo anterior: aulas, internet, computadoras, etc., una inversión que bien vale la pena.

Una educación en que a los alumnos se les enseñe a analizar problemas, buscar soluciones, a resolver situaciones, sin dejar a un lado la enseñanza tecnológica según las aptitudes del alumno. Si no hay nada de eso, podremos becar a todos los niños en edad escolar del país o darles una laptop de última generación, pero de nada sirve si al final van a ir a dar a centros escolares con una educación mediocre.

La etapa universitaria consiste en que las colegiaturas a carreras de ciencias, matemáticas e ingenierías sean las más baratas, con los catedráticos mejor preparados, en cambio, esas carrera que no inciden de ninguna forma en el desarrollo económico, es decir, de forma directa, como sociología, filosofía, derecho, administración de empresas, etc., sean las más caras. Las necesidades de las naciones que han despuntado se centraron en obtener más ingenieros y menos abogados.

El mercado laboral no da abasto para tantos profesionales de buen nivel, pero el mundo es grande, amplio, lleno de oportunidades. Miren como los Estados Unidos ha tenido una política permanente de reclutar a los mejores cerebros del mundo. En tercer lugar, crear un instituto de innovación y desarrollo en ciencias y tecnología, en el cual los nuevos profesionales encuentres el hábitat y ecosistema ideal para crear. Un complejo que reúna a las mentes mejor educadas de la nación, que hayan estudiado en el extranjero, aprendido de las experiencias de países de primer mundo y traigan, como cosecha sobre sus hombros y en su mente, los conocimientos y prácticas para enriquecer la labor tecnológica y científica.
Por último, la proyección internacional, la comercialización de productos creados por mentes nacionales para el mundo.

Dejar a un lado las lucecitas y los eventos, y pensar ya en las actuales y futuras generaciones de estudiantes, es imperativo. No es mucho pedir al gobernante que está por reelegirse y tendrá todo el poder absoluto en sus manos.