Corría el año 1892, y un anciano de unos 75 años de edad viajaba en un tren con rumbo a Europa, coincidiendo en el mismo vagón, con un joven universitario que leía un libro de ciencias. El anciano, a su vez, leía un libro con la portada de color negro, al percatarse el joven de que aquel libro de pastas oscuras era la Biblia, sin mayor preámbulo, interrumpió la lectura del anciano y le preguntó: Señor, ¿usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y cuentos? A lo que respondió su interlocutor: Sí, por supuesto, pero este no es un libro lleno de fábulas ni de cuentos. Es la Palabra de Dios. ¿Cree usted que estoy equivocado?

-Claro que está equivocado, respondió el joven, usted, señor, debería dedicarse a estudiar Ciencias, Filosofía e Historia Universal, para que amplié su panorama de cómo la Revolución Francesa, ocurrida hace más de 100 años, mostró la miopía, la estupidez y las mentiras de la religión. Y agregó el joven: Solo personas sin cultura o fanáticas todavía creen en esas tonterías. Usted, señor, debería conocer un poco más lo que dicen los científicos sobre la religión cristiana.

El anciano le dijo: Dígame, joven ¿es eso lo que nuestros científicos dicen acerca de la Biblia?

Mire, dijo el joven, como me voy a bajar en la próxima estación, no tengo tiempo de explicarle con detalle sobre los grandes científicos que hablan sobre el adormecimiento de la religión, pero déjeme su tarjeta con su dirección para que le pueda enviar algún material científico por correo, así usted se ilustra un poco sobre los temas que realmente importan a la humanidad, pero alejarlo de las fabulas y cuentos de la Biblia.

El anciano sacó una tarjeta de visita de su bolsillo y se la dio al joven, quien quedó impávido al leer en la tarjeta quién era aquel anciano.

El texto impreso decía: Profesor Louis Pasteur, Director general Instituto Nacional Investigaciones Científicas Universidad Nacional de Francia. Pasteur (1822-1895) ha pasado a la Historia por su contribución científica, sin que esta fuera nunca un obstáculo para su fe cristiana. Concluyó la conversación con aquel joven “un poco de ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima a Él”

Está claro que la ciencia nunca ha estado divorciada de la fe, de hecho la ciencia se apoya de las evidencias bíblicas, una muestra de ello es el conteo que la NASA utiliza para el lanzamiento de cohetes que surcan el espacio, para ello se requirió introducir el día perdido en el tiempo que está registrado en dos eventos Bíblicos, uno; cuando Josué le dice al Sol, detente en Gabaón; Y tú, luna, en el valle de Ajalón. Y el sol se detuvo y la luna se paró, casi un día. (Josué 11:13).

El otro suceso es cuando el Rey Ezequías, estaba en su lecho de muerte y Dios envía al profeta Isaías, quien le dice ordena tu casa porque ciertamente morirás, pero este hombre clamó a Dios y pidió que hiciera memoria de que había andado en rectitud desde los días de su juventud. Fue así como Dios le respondió y le añadió 15 años mas de vida, y prueba de que así seria, es que Dios hizo retroceder 40 grados la sombra, es decir los 45 minutos que hacían falta para completar el día perdido desde la época de Josué. (2 Reyes 20:1-21).

De manera que la ciencia siempre se apoyará de las evidencias bíblicas, porque ella contiene todos los géneros literarios, de hecho el 100% de las leyes y el sistema de justicia que ahora conocemos en la mayoría de naciones fue sustraído de la palabra de Dios, así que si alguna persona crea saberlo todo, es mejor que repiense su postura, porque delante de Dios, solo somos como un granito de arena, mejor practiquemos la humildad y recuerda “El principio de la sabiduría es el temor de Dios; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” (Proverbios 1:7).