Precisamente porque es una realidad inobjetable que la voluntad humana es tan frágil como los pulmones de un tuberculoso o los huesos de un osteosporósico, es que a lo largo de los milenios son pocos los hombres y las mujeres que han sobresalido a tal punto que destellan con luz propia en el firmamento de nuestra historia. El resto, solo ha servido de material de relleno.Tengo ratos de no ver televisión, ni los telenoticieros, ni siquiera televisión por cable gracias a que los documentales de Netflix me tienen, sencillamente, hipnotizado (cuando las faenas diarias me dan la oportunidad de verlos).

Es plausible el valiente esfuerzo de tantos documentalistas que se toman en serio llevar a la población la verdad, arriesgando incluso sus propias vidas. La perseverancia de encontrar fuentes primarias de información como testigos, los mismos protagonistas, documentos muchas veces guardados bajo siete candados; con cámaras fotográficas y de video listas para pinchar el “grabar” en el momento justo es encomiable. Y después viene el genial trabajo de edición, para que la información no solo llegue intacta, sino también entretenida e inteligente. Esto aplica también a las docuseries que hacen una película de un documental. Implica todavía mucho más trabajo, pues conlleva toda la carga de una producción cinematográfica.

En cuanto a esto de la voluntad humana que titula esta entrega, empiezo por el final: qué decepcionante es la mente humana. Solo en pocos casos el cerebro de alguna persona tiene tal fuerza que se desarrolla para hacer bien a la humanidad. El resto es mentiras, manipulación, el razonar para delinquir, para esclavizar a los demás y hacerlos sus siervos no pensantes, y en todo ello se incluyen: empresas comerciales o industriales en apariencia honestas, políticos y sus partidos, religiones y sus iglesias (junto con sus jerarcas); hasta llegar a influencers, hackers, estafadores, criminales, asesinos en serie, en fin, organizaciones o personas individuales con la capacidad de engañar a tanto tonto.

Jimmy Savile fue un despatarrado y ocurrente presentador de programas de televisión. A pesar de su desagradable aspecto con pelo rubio falso, greñas desarregladas, dientes amarillos y retorcidos, con mirada de loco, conquistó a toda Inglaterra. Llegó a codearse con la realeza, nadie vio que era un pedófilo descontrolado, ¡nadie!, incluso le dieron las llaves de un orfanato para que entrara cuando le diera la gana lo cual, el cara de loco ese, no desaprovechó para llevarse huérfanas a su casa con la complacencia de las monjas administradoras del lugar. Eso sí: conseguía millones de libras en donaciones para el refugio.

Joao de Deus, otro gran manipulador. Brasileño. Hizo de un pueblecillo perdido, tierra adentro, su reino. Allí instaló su consultorio haciéndose pasar por sanador y acudían, literalmente, de todas partes del mundo, incluso para rendirle culto como una especie de semidios. Las filas eran larguísimas y la gente esperaba horas y hasta días, para ser atendidos por este chamán que, como buen estafador, también creó su propia medicina que la vendía a los incautos. Claro que no solo era el engaño y el dinero los que lo motivaban, había algo más: fue acusado de más de 600 agresiones sexuales a mujeres que, ya sea trabajadoras de su organización, ya sea seguidoras y pacientes, fueron abusadas por el curandero ese.

De igual forma basta con un solo estafador y una sola víctima. En los documentales de “El estafador de Tinder” y “Malos veganos”, sendos hombres con una creatividad enorme para la fantasía y una verborrea muy bien organizada, agarraban al azar (husmeando en las redes sociales) a alguna presa (mujer) y la sometían mentalmente a tal grado que se convertían en parásitos dominadores absolutos de la voluntad de sus huéspedes dejándolas en la calle, llenas de deudas y bien enamoradas. Así como cuando uno ve en Tik Tok accidentes de tránsito en los cuales se pregunta, ¿cómo no pudo ver que venía el vehículo?, de la misma forma uno se pregunta, ¿cómo no pudo darse cuenta que la, lo o los estaban engañando; que todo era una farsa?

En el caso de organizaciones grandes, el documental “Sé dócil: oración y obediencia”, el retortijón que da tanta indignación es agudo. ¿Cómo, en su sano juicio, toda una comunidad puede darle como esposas a sus hijas, incluso de12 años de edad, a un anciano decrépito?
Es el poder que tienen las ideas bien organizadas alrededor de una deidad inventada, sumada a rituales y literatura bien estructurada, y sin duda la necesidad congénita e imperativa del ser humano de creer en algo hasta el punto de obedecer, es lo que hace todo eso posible. Un líder religioso con un harén de más de 100 esposas, entre ellas decenas de niñas, es simplemente asqueroso. ¿Dónde queda la voluntad de oponerse gracias a la capacidad de raciocinio? Yo he acuñado una frase que da respuesta a esta incógnita sobre los humanos: “El raciocinio en la mayoría de los humanos es como las alas en las gallinas y los kiwis: las tienen, pero no las pueden usar”.