La gente no entiende (debería saber) lo vital que es para ellos que exista y se respete la independencia entre los tres poderes del Estado. Aunque no se hayan leído a Cicerón, Locke, Voltaire, Rousseau, lo ven a cada rato en programas de televisión o en las noticias de los diarios: que la iglesia y el Estado no se involucran, que el presidente es electo para cumplir el mandato de la Constitución, que no puede estar por encima de los que hacen las leyes ni de los que las aplican.

Pero no, están enloquecidos con el “señor” y no les importa que haga y deshaga a su antojo. Pero bien, el hombre ha hecho cosas buenas que no se le pueden negar, pero destruyó la democracia y el sistema republicano, y eso (sobre todo por todo lo que nos costó alcanzar cierto grado de civilización) es imperdonable.

Se luchó tanto y se demostró que era bueno. El rey no podía tener en sus manos todas las actividades relevantes para la administración de una nación, había que dividir facultades y otorgárselas a órganos independientes, los cuales actuarían con total independencia.

La historia de Latinoamérica está cuajada de dictadores, tiranos, déspotas máximo como el caso de los Duvalier o de Rafael Leónidas Trujillo, que llevaron la mal a grados extremos, precisamente porque concentraban todo el poder en su mano y a su antojo. Y esto sucedió en nuestra Latinoamérica tan devota y católica, unida por una misma lengua y una idéntica idiosincrasia, no se diga en África que tienen más lenguas y dioses que todo el resto del planeta.

Suetonio nos heredó una lista de tonterías que se les ocurren a los mandamases de turno en su libro ‘Los 12 Césares’, que no deja de traerme recuerdos de todas esas dictaduras antojadizas que han existido aquí. Que con el poder en la mano construyen sus harenes, elevan ridículos cultos a la personalidad en estatuas, murales. La locura de la autoexaltación y la sumisión de los pueblos ignorantes y/o temerosos.

Como abogado entiendo claramente, y en toda su magnitud, la importancia de contar con una administración de justicia independiente. No deja de darme escalofríos, tristeza y hasta rabia lo que este régimen ha hecho con la ley, los jueces y los magistrados. Y también con la investigación de los delitos –de corrupción, sobre todo- y la persecución a los que están en contra.

De todo lo que se ha tenido que soportar, el ataque al Órgano Judicial ha sido, sino el principal, una de las más detestables groserías que ha hecho.

Castrar la Sala de lo Constitucional, mandar a la jubilación a todos los jueces y magistrados mayores de 60 años (con todo el bagaje intelectual y su enorme experiencia judicial), apoderarse de la Fiscalía General de la República, someter al ala investigadora de la Policía Nacional, en fin, todo lo que se refiere a ese fin supremo de todo Estado de Derecho basado en el constitucionalismo, todo eso, ha destrozado nuestra sociedad.

No es para tomarlo a la ligera y los que nos dedicamos a dar nuestra opinión para aportar algo a las discusiones sobre temas relevantes para El Salvador, o sea, que no somos como aquellos que creen que con un meme o con un tuit se resuelven. Estamos en esta misión de incitar a la razón para que todos entiendan que algo no está bien, que no se le puede poner todo el poder en la mano a un solo sujeto, peor cuando tiene problemas de personalidad evidentes, graves y fatales para el sistema.

Lo que ha hecho bien el Presidente, está bien, pero debajo de toda esa parafernalia mediática y uso y abuso de redes sociales hay un país que no ha mejorado en educación, economía, empleo, pobreza, etc. Hay un país que se hunde y sin una administración de justicia que pueda recibir reclamos y actuar de forma independiente el hundimiento es cosa de tiempo.

Silenciar, por gracia y obra de un gobernante, a los periodistas, políticos, pensadores y demás que generan opinión es grave, pero someter al Órgano Judicial y todos los entes relacionados al mismo, eso es, simplemente, la crónica de una muerte anunciada.