Desde los fastuosos actos de instalación del bukelato el primero de junio, este pretende quedarse ofídicamente enroscado en el poder durante los próximos cinco años; reafirmando su naturaleza autoritaria, ilegal e ilegítima, derivadas tanto del insuperable origen inconstitucional de su candidatura, como del fraude estructural ampliamente denunciado durante el proceso electoral de 2024. La reelección inconstitucional rompió el proceso democrático abierto con tanto sacrificio con los Acuerdo de Paz, que pusieron fin a la guerra civil, y que contó con el reconocimiento de Naciones Unidas y la comunidad internacional. Quedó en evidencia su ambición de perpetuarse en el poder después de vulnerar el artículo 248 constitucional, con el que cercenó el derecho ciudadano de avalar o rechazar una reforma constitucional; prerrogativa ciudadana que operaba mediante el voto popular entre una y otra legislatura para incidir en el proceso de reforma a la Carta Magna.

A diferencia del extinto gobierno constitucional de Bukele, cuando asumió el poder tras las elecciones democráticas de 2019, aquel discurso de toma de posesión fue confrontativo, pero de frente, bajo el sol, cercano a la gente. En cambio, hoy desde la inconstitucionalidad, su discurso luce descomprometido, arrogante, difuso, polarizante, envenenado para estigmatizar a críticos y opositores como “los enemigos del Pueblo”. El ataque es a liderazgos sociales, ambientalistas, periodistas, defensores de derechos humanos. La estocada artera la hizo desde la penumbra del balcón del último piso del Palacio; distante de la gente; casi oculto en el oscuro hueco que conforman los pilares del Palacio Nacional, bajo la protección de un enjambre de francotiradores desplegados en las alturas del país “más seguro del mundo”.

Bukele apareció rodeado de un descomunal despliegue de su principal aliado político: el ejército; invisibilizando a la PNC (Policia Nacional Civil), a quienes arrebató el carácter civil y la dirección de la seguridad pública establecidos en los Acuerdos de Paz y la Constitución. Ese desfile militar es protocolarmente inusual en actos de esta naturaleza. La tropa lució la moderna fusilería de asalto (ARAD, israelí) de muy reciente adquisición, pese a la ocupación y genocidio sobre Palestina. En el escenario destacaron militares extrañamente ataviados bajo el radiante sol y sofocante calor, con vistosas capas, propias de climas gélidos; una indumentaria germánica profundamente simbólica que evoca las peores épocas y que también caracterizó los peores momentos del ejército de Pinochet. Estos hechos reafirman que después de Bukele, el ejército es el mayor protagonista en escena.

En su discurso Bukele reconoce que el problema principal de los salvadoreños es la crisis económica, con una extensa alegoría a las múltiples enfermedades que padece el país; una responsabilidad que le corresponde tras cinco años de su propia gestión. Al menos en 21 ocasiones encomendó a su dios, las soluciones que su gobierno fue incapaz de implementar. Además, ofreció más “medicina amarga” y demandó más sacrificio a un pueblo extenuado y empobrecido; sin esclarecer el por qué. Demandó “seguir al pie de la letra cada uno de los pasos”, -probablemente decisiones a imponer-. Exige al pueblo proceder “sin quejarse”, que significaría renunciar al derecho de protestar. En tanto, nunca se refirió a una hoja de ruta que explique de qué manera piensa generar empleos, aliviar el alto costo de la vida,y el precio de la canasta básica que siguen profundizando la pobreza.

Bukele cuenta con el 95% del poder legislativo, controla el 100% del resto de poderes del estado. ¿Hoy cuál será su nueva excusa para no resolver la crisis económica que padece la población?

En septiembre, y este 1° de junio, Bukele declaró reiteradamente su victoria sobre los grupos criminales de pandillas. ¿Cuál es la razón para seguir imponiendo el Régimen de Excepción, si dispone del marco legal propicio para perseguir los remanentes de grupos criminales?

Difícilmente Bukele podrá sacar al país de la crisis económica que generó con el descalabro democrático e institucional, corrupción, opacidad; escasa productividad, despilfarro y el excesivo endeudamiento de su gobierno.

Hace falta certeza, claridad de rumbo, apertura democrática, seguridad jurídica sobre la reforma constitucional que pretende imponer; claridad sobre la naturaleza de la “medicina amarga” (paquete tributario en ciernes).

Si el camino impuesto es el de la represión, suficiente experiencia de lucha acumula la historia de este sufrido pueblo para enfrentar a una nueva dictadura.