La gloria sin esfuerzo es un fraude, el amor sin compromiso, solo es una aventura, las riquezas sin honestidad, son miserables, el título universitario sin educación, solo es un oficio, la pobreza sin principios, únicamente es ausencia de dinero, todo en la vida requiere honestidad y compromiso, lamentablemente ciertas personas no les gusta esforzarse en la vida para alcanzar paulatinamente sus metas y sueños, sino que todo lo quieren fácil, desprecian el sentido común, no tienen como objetivo la valentía y la tenacidad para alcanzar sus sueños, sino que ven en el oportunismo un medio de vida.

Por ello proliferan en las empresas, personas que como robot solo ejecutan ordenes, y no hacen más allá de los que se les pide, y tienen como meta concluir el día sin mayores esfuerzos, es decir que son nubes sin lluvia y arboles sin fruto. El Señor Jesucristo nos ordenó a dar la milla extra, pero algunos llamándose cristianos son como el azadón, solo buscan su beneficia, pero no están dispuesto a sacrificarse en nada, por ello no salen del estilo de vida cómodo y miserable, personas que se acostumbraron a estirar la mano únicamente y a obtener el dinero fácil, estos sujetos sobran en la política y en el crimen.

Tenemos que volver a enarbolar el esfuerzo, la honestidad y la pasión en el trabajo, para que las nuevas generaciones, luchen legítimamente por emprender y que no se den por vencidos con facilidad. Ante este escenario las padres o el encargado juegan un factor preponderante, guiándolos en valores, dándoles la dosis diaria de buena actitud, siendo positivos aun en los momentos difíciles y pidiéndole al Señor Jesucristo que los haga personas de bien, de tal manera que los preparemos para el mundo real y no la fantasía que viven en ciertos hogares donde algunos padres mal educandos les dieron todo.

Esto me recuerda la vida de Romana Acosta Bañuelos, quien era hija de inmigrantes mexicanos de origen muy humilde, nació en el pueblo minero de Miami, Arizona, el 20 de marzo de 1925. Pero durante la Gran Depresión de 1933, el gobierno de Estados Unidos deportó a su familia y a miles de otros mexicoamericanos, a pesar de que muchos de los deportados, como Acosta, habían nacido en Estados Unidos. La familia Acosta creyeron en los funcionarios de deportación de que podrían regresar cuando la economía mejorara, por lo que aceptaron la oferta del gobierno de pagar sus gastos de mudanza.

Es así como retornaron a México con familiares que eran dueños de un pequeño rancho en el estado de Sonora. Junto con sus padres, Romana comenzó a levantarse temprano para cuidar los cultivos. También ayudaba a su madre, haciendo empanadas que luego vendían en restaurantes para ganar dinero extra. De modo que aprendió a vivir en cualquier lugar y trabajar con lo que tenía en sus manos. La madre de Romana, fue su inspiración dado que era una mujer emprendedora esforzada y honesta, que rompió con el estereotipo de la clásica mujer ama de casa, de tal suerte que represento un sólido modelo a seguir.

A pesar de ello Romana Acosta, como ciertas jovencitas se enamoró del hombre equivocado y se casó en México a los 16 años de edad. A los 18 ya era madre de dos hijos, Carlos y Martín. Su esposo cobardemente terminó por abandonarles en 1943. Es así como Romana dispuso regresar a los Estados Unidos con sus dos hijos, se alojó junto a unos familiares en la ciudad de los Ángeles y sin hablar inglés. Allí se esforzó al máximo en diferentes empleos. A los 21 años, se casó nuevamente y ahorró cerca de 500 dólares, que utilizó para iniciar su propia fábrica de tortillas.

Para la década de 1960 su negocio había prosperado en gran manera, pero buscando maneras de ayudar a los latinos, Romana y algunos hombres de negocios fundaron el Banco Nacional Panamericano en el Este de Los Ángeles. El principal objetivo del banco era financiara los latinos que querían iniciar su propio negocio. En 1969 Acosta recibió una condecoración a la mujer excepcional de negocios de la ciudad del año. Debido a su entrega y éxito, Romana fue designada por el Presidente Nixon 1971 como la 34° tesorera de Estados Unidos, convirtiéndose en la primera mexicana-estadounidense que alcanzó la posición más alta en el gobierno de los Estados Unidos.