Una buena parte de los seres humanos rechazan la idea de la existencia del Señor Jesucristo y los escépticos toman como una fabula o fantasía la resurrección y los más osados ven la resurrección del Señor como un mito, sin embargo, no tienen objeción en reconocer por ejemplo la exigencia de Alejandro Magno a pesar que la evidencia histórica de su existencia se escribió 300 años después de su muerte, lo mismo ocurre con Buda que se supone que vivió en el 563 a.C. Pero los primeros escritos de su vida aparecieron 400 años después de su muerte.

Las fuentes de la historicidad del Señor Jesucristo son principalmente fuentes cristianas, pero hay menciones en fuentes no cristianas que también son relevantes. Entonces lo que sabemos sobre su figura históricamente hablando viene dado por relatos de los cristianos redactados, desde 30 años después de la muerte de Jesús. Relatos que están en los Evangelios. De modo que, al tener un punto de comparación del Nuevo Testamento como testimonio de la vida, enseñanza, muerte y resurrección de Jesús en relación a otros personajes históricos, se puede afirmar lo asombroso y fidedigno que son los evangelios.

No obstante, una buena parte de las personas que rechazan la resurrección de Jesús, ignoran que existen referencias a la persona de Jesús en fuentes histórica no cristianas, por ejemplo, Cornelio Tácito, Gaius Suetonius, Flavio Josefo, Plinio el Joven, Trajano, Adriano y Publio Léntulo. Además, muchos de los asuntos respecto a la vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús pueden ser reconstruidos a partir de las fuentes no bíblicas. Más de 45 fuentes antiguas hablan de la vida de Jesús, 129 hechos reportados relacionados con la vida, muerte y resurrección de Jesús y el mensaje temprano de sus discípulos.

Es decir que existen alusiones directas a Jesús y la más antigua de fuentes no cristianas se encuentra en la obra del historiador judío-romano Flavio Josefo en su libro Antigüedades Judías, escrita en torno a los años 90 de nuestra era, más de 50 años después de la crucifixión del Señor Jesucristo. Lo cito textualmente: “Había alrededor de ese tiempo un hombre sabio, Jesús, si es que es licito llamarlo un hombre, pues era un hacedor de maravillas, un maestro tal que los hombres recibían con agrado la verdad que les enseñaba. Atrajo a sí a muchos de los judíos y de los gentiles”

Continúa diciendo Flavio Josefo: “Él era el Cristo, y cuando Pilato, a sugerencia de los principales entre nosotros, le condenó a ser crucificado, aquellos que le amaban desde un principio no le olvidaron, pues se volvió a aparecer vivo ante ellos al tercer día; exactamente como los profetas lo habían anticipado y cumpliendo otras diez mil cosas maravillosas respecto de su persona que también habían sido preanunciadas. Y el grupo de cristianos, llamados de este modo por causa de él, no ha sido extinguido hasta el presente”

Tácito (52-112 d.C.) dijo lo siguiente sobre el Señor Jesucristo: “Para suprimir el rumor de que el incendió a Roma, Nerón cargó falsamente a los cristianos con la culpa, y los castigó con las más crueles torturas, atrayendo sobre ellos el aborrecimiento de todos por sus iniquidades. Cristo el fundador del nombre, fue ajusticiado por Poncio Pilato, procurador de Judea en el reino de Tiberio; pero la superstición perniciosa, reprimida por un tiempo, volvió a hacer irrupción, no solamente a través de Judea donde tuvo su origen este error, sino también por toda la ciudad de Roma” Anales de la Historia XV.44.

De modo que es un hecho indubitable la vida, enseñanza, muerte y resurrección de nuestro glorioso Señor Jesucristo. De tal modo que, aunque algunos científicos lo quieren negar, y ciertos filósofos lo sepulten con argumentos endebles, no constituye per se evidencia de su no existencia o de una falsa resurrección. El Apóstol Pedro explícitamente atestigua que esto no es una historia fabricada sino un testimonio ciertísimo. 2ª Pedro 1:16 “Porque no les hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad”.