Interesante, pero cuando comencé a escuchar sobre el nuevo brote del virus de la viruela del mono, en países cono el Reino Unido, Europa y los Estados Unidos, no fue a través de la lectura de una revista científica, sino a través del Twitter. Las redes sociales utilizadas para informar y no para insultar, como se utilizan en nuestro país, son una herramienta extremadamente útil en el ámbito científico.

Brotes de esta enfermedad, causada por un virus de la familia de los Orthopoxvirus (causantes de la viruela, viruela del mono, y viruela de las vacas), aunque endémica en África Central y Occidental, son inusuales con este tipo de expansión geográfica. En el pasado, cuando la viruela del mono aparecía en Europa o América del Norte, los casos podían rastrearse fácilmente hasta los países donde circula el virus. Esta vez no. Los virólogos y epidemiólogos rastreadores de enfermedades globales lanzaron señales de alarma, con sospechas de una mutación del virus con mayor capacidad de contagio, y consecuentemente con capacidad de producir una nueva pandemia.

Este tipo de viruela se encontró por primera vez en monos en 1958, pero se cree que los roedores y otros pequeños mamíferos son el principal huésped animal, y el virus se transmite más comúnmente a través del contacto cercano entre estas criaturas y los seres humanos, causando que las personas se enfermen de fiebre, así como de una erupción irregular reveladora. También puede contagiarse entre humanos, ya sea a través de gotitas respiratorias o de los fluidos corporales de una persona infectada, pero esto tiende a ser menos común, ya que la viruela del mono no es contagiosa hasta que una persona muestra los síntomas, momento en el que es más probable que esté convaleciente y evite el contacto con otros. Tradicionalmente su capacidad de transmisión ha sido baja, con una tasa de contagio de 1 a 2, o sea cada caso positivo contagia una o dos personas. En comparación el Ómicron tiene una tasa de 7, muy superior al de este tipo de virus. Por ello, su capacidad para producir epidemias a gran escala es muy limitada o nula.

¿Pero entonces, estamos ante una mutación del virus de la viruela del mono?

El pasado viernes, científicos del Instituto de Medicina Tropical de Amberes (Bélgica) publicaron una secuencia aislada de un paciente de 30 años que sugiere que la viruela del mono que está actualmente en circulación es similar a la observada en un brote de 2018. Otra secuencia de un paciente portugués también parece similar a las formas del virus detectadas en 2018. Y aunque estos resultados no son conclusivos, si parecen indicar que nos estamos enfrentando a un viejo virus, que por las características poblacionales actuales: baja inmunidad (recuerden que las nuevas generaciones no reciben la vacuna contra la viruela), altas densidades poblacionales y alta movilidad entre países por el transporte aéreo, nos sitúan a niveles de mayor riesgo para experimentar brotes epidémicos multi-país, que en años anteriores no veíamos. El mundo cambia, y cambia a pasos acelerados, sin que el humano se dé cuenta y continúe con sus selfis y narcisos, tanto masculinos como femeninos, que no se dan cuenta que el mundo gira y gira, y que los atardeceres son para admirarlos lentamente.

¿Está El Salvador a riesgo de presentar casos de la viruela del mono?

Si analizamos de las razones del porque estamos observando estos nuevos comportamientos de virus, indudablemente, aunque nuestro pueblo se encuentre de nuevo intercambiando “espejitos” por nuestras libertades civiles, y un pobre sistema de vigilancia epidemiológica, el riesgo de la aparición de esta enfermedad es alta. Norteamérica (Estados Unidos y Canadá) han reportado 17 casos en conjunto hasta el día de hoy (https://monkeypox.healthmap.org/). El virus ya esta en nuestro continente.

La movilidad de personas desde esos países hacia el nuestro es alta. Nuestra población es una población joven que no ha recibido la vacuna contra la viruela. Los científicos no esperan que el último brote se convierta en una epidemia grave, pero muchos sostienen que sirve como señal de alarma para un grupo de virus que durante mucho tiempo han sido ignorados por las autoridades de salud pública y las revistas científicas.