He ido, lo más cerca que he podido, a ver el proceso de desmaterialización de la Biblioteca Nacional. He estado allí, en silencio, tratando de imaginar cómo es que se erguirá la mega estructura que la cooperación china dejará establecida. Eso me dura poco, porque de inmediato empiezo a traer a mi memoria la cantidad de veces que estuve en esa biblioteca: en las instalaciones hoy liquidadas y cuando quedó desencajada, mal herida, en varios sitios después del terremoto de 1986. Es como despedir a una vieja amiga.

En esas estoy, cuando se acerca por un costado una mujer alta, de 1.80 metros, piel clara, pelo castaño y ojos verdes (lleva una mascarilla con la bandera de Puerto Rico). La veo caminar hacia mí y me pongo alerta. Veo hacia atrás, y no hay nadie más.

‘Hai’, ¿puedo preguntarle algo?, me ha dicho a tres metros de distancia, en perfecto castellano. Abro mis ojos: Ajá, le respondo. ¿Dónde están los periódicos de la década de 1980 de la Biblioteca Nacional?

Esa pregunta tan precisa me descolocó. Pero si está en proceso de demolición el edificio, pues deben estar en unas cajas en algún lugar. Pero no le digo mis pensamientos: No sé, respondo arisco.

Soy Erika Rendón, de Puerto Rico, y me tiende el codo. Correspondo el gesto, pero me alejó un poco. Se da cuenta y mueve su cabeza, divertida quizá. Está haciendo su tesis de doctorado en ciencias políticas, y ha tomado los casos de Guatemala y El Salvador y la represión política como respuesta a la demanda de libertades públicas, entre 1977 y 1985.

Me llama la atención la delimitación del tema y el lapso que ha tomado. Ya me simpatiza, porque parece que ha escudriñado un poco la historia centroamericana, y esos son los años de la ‘guerra sucia’, tan poco estudiada en nuestro medio. De una vez le aviento una pregunta: ¿tocará la ‘guerra sucia’, verdad? ‘Of course’, afirma, y a continuación agrega: He entrado a esto por una lista que localicé y es de 1954. La saca de su bolso y me la muestra. Es documento desclasificado de la CIA, remarca, y me lo facilita. Ah, le digo, mientras reviso algunos nombres del listado.

¿Pero habrá una lista similar para la década de 1980? Pienso rápido y le digo que sí. Abre sus ojos verdes y como buen sabueso dice: ¿Dónde?

Le respondo que recuerdo una que en algún momento enarboló Roberto d’Aubisson, en 1980, y que provenía de la fatídica ANSESAL
—Agencia Nacional de Seguridad Salvadoreña—, de la que era segundo al mando antes del golpe de estado de 1979. Y la tengo muy presente, porque en esa lista aparecía Melitón Barba, mi padre, quien había salido al exilio, un día después del asesinato del psiquiatra Fernando Martín Espinoza, a manos de pistoleros de los escuadrones de la muerte.

Erika abre de nuevo sus ojos y me dice qué cómo la obtiene. Le digo que yo no la tengo, pero que de seguro salió en alguno de los periódicos cuando d’Aubisson dio esa conferencia de prensa. Me cuenta la investigadora que con las personas que ha hablado le ha resultado complicado, porque o no saben o se niegan a opinar. Es lógico, le digo, la ‘guerra sucia’ (1980-1983) es uno de los temas tabú de la sociedad salvadoreña.

Mientras continúo observando la desaparición del edificio, recuerdo que hay otra lista, mucho más amplia y que parece que llega hasta 1987. Es la que se denomina ‘El libro Amarillo’ (y también allí está Melitón Barba). Tomo mi móvil y lo busco, y al localizar el archivo le pido que me dé su número de WhatsApp para enviárselo.

Todo indica que ha terminado ese encuentro. Me retiro unos pasos y ella toma rumbo oriente y yo regresó a observar la demolición del edificio de la Biblioteca Nacional.

Vuelvo a entrar en trance, porque recuerdo las incontables veces que estuve allí revisando Patria, Diario del Salvador, La Quincena, El Café de El Salvador, La Juventud Salvadoreña, Revista de Agricultura Tropical..., y no puedo dejar de erizarme al imaginar cuál es la decisión que habrán tomado para proteger esos materiales. Y un horrible pensamiento negativo se apodera de mí: ¿y si en la sublime ignorancia en la que este país vive se le ocurrió a algún funcionario de la onda ‘cool’ que esos ‘papeles viejos’ ya no valían nada? No, me digo, tal vez la gente que lleva años trabajando allí, cediendo al temor, logró filtrar una, dos o tres listas con los materiales prioritarios y que debían recibir una custodia especial.

Empieza a atardecer. La gente va para abajo y para arriba y a los costados. Una multitud de hormigas que busca dónde guarecerse porque la noche crece.