Si se hubiese cursado un sondeo de opinión, en marzo de 1944, para saber el nivel de simpatía ciudadana hacia Martínez, el presidente de la república de ese entonces, quizás habría resultado con cerca de un 70% de aprobación.

Pero entonces, ¿por qué Martínez fue derribado por una avalancha ciudadana que se hartó del atropello y de la imposición? Esta es una pregunta relevante de investigación.

Ahora se dice este u otro funcionario son populares o no. En el pasado reciente, dos presidentes de la república (Saca y Funes) bailaron al son de esta canción. Es decir, asuntos de Estado y acciones gubernamentales pendían de la ‘popularidad’ del que estaba sentado en el solio.

Martínez, entre diciembre de 1931 y mayo de 1944, un tanto más primitivo (pero quizá más efectivo que aquellos dos ex presidentes) logró conformar un pequeño grupo de poder capaz de hacerle navegar en aguas turbulentas durante 13 años consecutivos. Si se piensa bien, es una hazaña política, que aún hoy no se ha podido imitar.

El alzamiento militar apoyado en una red cívico-militar que tuvo lugar el 2 de abril, pero que para el 4 de abril había sido sofocado, informa de la desesperación y quizá de la impericia política de los conjurados. Sin embargo, también da cuenta de la voluntad política férrea de Martínez para enfrentar este tipo de desafíos.

El fusilamiento inmediato de unos y las condenas a muerte de otros involucrados en el alzamiento militar, acusados de ‘alta traición a la Patria’, está conectado, sin ninguna duda, con la decisión adoptada en enero de 1932, cuando Martínez y la cúpula militar de aquel entonces, aupados por ‘cafetaleros’ (no solo propietarios de la tierra) acérrimos enemigos de todo cambio, se embarcaron en ese despeñadero que significó el aniquilamiento de miles de campesinos e indígenas, sobre todo del occidente del país. De ese baño de sangre el nuevo grupo de poder salió fortalecido y Martínez ‘glorificado’. El tan temido enemigo, ‘el comunismo’, había sido aplastado, según la versión optimista de los vencedores.

Martínez, y su grupo de colaboradores más cercanos, siempre supieron que la legitimidad no nace solo de la legalidad, y por eso durante 13 años, cada vez que la disensión asomó, salió a relucir el cuento del ’enemigo que acecha en la sombra’, y con ese expediente fueron quedándose solos. Aunque se tienden a fusionar los hechos de abril (el alzamiento militar) con los de mayo (la huelga general de brazos caídos), lo cierto es que se trató de dos momentos políticos con actores principales no siempre idénticos.

El 2 de abril, la cuidadosa conspiración cívico-militar que animó el alzamiento militar operó, en un sentido táctico, bastante bien. En ningún momento fueron detectados. Ya puestos sobre el terreno, se vio que se trataba de un dispositivo muy simple sin planes A, B..., por los imponderables que siempre se presentan, y por eso, rápido, fueron desbaratados. Tuvieron la aviación y algunos cuarteles, tomaron las radiodifusoras, había civiles dispuestos también en el alzamiento para acompañar desde la calle, sin embargo, la inexperiencia política y cierta impaciencia, hicieron que el grupo conspirativo no supiera y no pudiera maniobrar sobre la marcha, porque la carencia de una amplia y flexible estrategia lo impedía.

Este alzamiento militar del 2 de abril se parece mucho al del 25 de marzo de 1972, encabezado por Benjamín Mejía (coronel de infantería), porque también antes de las 24 horas fue desbaratado. Y eso que Fidel Sánchez Hernández, el presidente militar de turno, había sido hecho prisionero.

Sofocado el alzamiento del 2 de abril de 1944, la reacción de Martínez fue fulminante y sin misericordia: fusiló a los militares que fueron juzgados en un primer momento y a un civil (Víctor Marín). No obstante, esto que parecía la reafirmación del poderío gubernamental se convirtió en la pérdida de legitimidad del régimen, porque abrió las puertas a una perspectiva de ruptura política e institucional que no formaba parte del diseño de la conspiración del alzamiento militar. Además, otros actores se incorporaron, de forma espontánea, a la resistencia cívica que fue tomando cuerpo y fuerza con la materialización de la huelga general de brazos caídos. Y aquí, el estudiantado universitario jugó un papel crucial, al organizar, al movilizar y al esclarecer a la ciudadanía.

Y Martínez también fue pillado, porque no midió el alcance de su deterioro, y creyó que 13 años de amedrentamiento y de discurso huero y mordaza política eran suficientes para perpetuarse como ‘sol y guía’ del Estado salvadoreño.