La semana pasada el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó el Informe de Desarrollo Humano 2023/2024: Romper el bloqueo: reimaginar la cooperación en un mundo polarizado. El informe presenta los resultados del Índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual es una medida sintética utilizada para evaluar el progreso a largo plazo en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: una vida larga y saludable, el acceso al conocimiento y un nivel de vida digno. Este índice ha sido elaborado desde 1990 con el objetivo de enfatizar que las personas y sus capacidades deben ser el criterio fundamental para evaluar el desarrollo de un país y no solamente el crecimiento económico.

Los resultados del informe muestran que, luego de las caídas registradas en 2020 y 2021, los países más ricos del mundo han alcanzado un nivel récord de desarrollo humano, superando incluso los niveles observados en 2019. En contraparte, alrededor de la mitad de los países más pobres han experimentado retrocesos y los países en vías en desarrollo no han alcanzado los niveles de IDH previstos según la tendencia previa a la pandemia.

¿Y los resultados para El Salvador? De acuerdo con el informe, el país obtuvo una calificación de 0.674 en 2022, que le ubica en la posición 127 entre 193 países para los que se evaluó el IDH y le califica como un país de desarrollo humano medio. Esta puntuación implica una caída de dos posiciones respecto a la última medición. Los resultados evidencian que, aunque se han observado mejoras respecto a 2020 y 2021, El Salvador aún no recupera los niveles que tenía previo a la pandemia de covid-19.

Los avances desiguales del desarrollo afectan más a las personas más pobres y exacerban las desigualdades, tanto a nivel mundial como nacional. Pero el estancamiento en materia de desarrollo sobre todo evidencia el fracaso de los Estados para dar respuestas efectivas a problemas globales como el cambio climático o la pobreza, lo que a su vez intensifica la polarización política y erosiona aún más la confianza de las personas en las instituciones democráticas.

Por eso no es de extrañar que el informe también señala dentro de sus preocupaciones la existencia de una paradoja democrática, ya que, si bien el 90% de las personas en todo el mundo respaldan la democracia, más de la mitad expresan su apoyo a líderes que podrían socavarla al no respetar las normas fundamentales del proceso democrático, algo con lo que en El Salvador estamos muy familiarizados. El Informe también cita estudios que indican que los países con gobiernos populistas tienen tasas de crecimiento del PIB más bajas. Quince años después de la toma de posesión de un gobierno populista, se observa que el PIB per cápita es un 10 % inferior al que podría ser en un escenario de gobierno no populista, algo que a nivel nacional deberíamos ponerle atención.

Avanzar en el desarrollo humano no es tarea fácil y es un desafío que debería ser compartido entre los países, por lo que el Informe concluye con la propuesta de avanzar a cuatro ámbitos de actuación inmediata: bienes públicos para la estabilidad climática y la gestión sostenible del impacto de las actividades humanas sobre el planeta; bienes públicos globales digitales, que permitan una mayor equidad en el aprovechamiento de las nuevas tecnologías al servicio de un desarrollo humano más inclusivo; mecanismos financieros nuevos y ampliados, que vaya más allá de la cooperación internacional tradicional y la ayuda humanitaria; y, reducción de la polarización política mediante nuevos enfoques de gobernanza con base en la participación ciudadana, así como en el combate contra la desinformación.

Pero igual de estratégicas resultarán las respuestas de política pública que a nivel nacional pueda adoptar cada país, respuestas que por la magnitud de los desafíos deben ser integrales y no reduccionistas. Por ello en El Salvador no se puede seguir pretendiendo que las brechas en materia de desarrollo se resolverán con políticas públicas improvisadas como la apuesta gubernamental por un activo altamente especulativo y volátil como el Bitcóin, que no genera impactos positivos en materia de crecimiento económico y mucho menos mejoras en indicadores sociales y de bienestar.