A raíz de la invasión rusa a Ucrania, he prestado mucha atención a los noticieros europeos, dado que imagínanos obtendríamos información más detallada que los filtrados; los tres impresos de mayor circulación de España, los telediarios de Italia, France 24, Deutsche Welle, BBC, Euronews. Y la he encontrado, en cuanto a la invasión en sí se refiere, los crímenes de guerra, bombardeos sobre edificaciones escolares, culturales, religiosos y hospitales; así como fosas colectivas dejadas tras de sí por las tropas soviéticas, digo, rusas, cuando van de retirada. No se habla mucho de las violaciones sexuales, pero deben ser incontables, si recordamos la toma de Berlín en 1945, esta vez sí, por tropas soviéticas.

En general, se está al día; narrada en vivo la mayor parte del tiempo por excelentes reporteros de todo el mundo. En nuestra región de habla hispana las notas son repetitivas, con pocas variaciones de un a país a otro, sea del sur o de la América Central; normalmente México entra en la categoría de América Central, en la presentación de la información. Los de Cuba, Nicaragua y Venezuela, solo los medios instalados en el exilio, lo demás es basura tóxica para cualquier inteligencia libre.

La casi totalidad de esos medios insisten en generalizarnos como latinoamericanos, y no somos latinoamericanos somos hispanoamericanos o hispanohablantes, de diferentes culturas. No es lo mismo un aborigen nahual, chibcha, mapuche, maya, azteca, pipil que un araucano, wayú o caribe; como no es lo es lo mismo un estadounidense descendiente de los ingleses que un aborigen seminola, cherokke, navajo, apache o siux, nacidos en el continente descubierto por el Imperio español. No es lo mismo ser argentino que venezolano aunque hablamos el mismo idioma, ni un salvadoreño que un peruano. Ser denominados latinoamericanos es como designar una manada o piara inconclusa

El caso de los Estados Unidos es diferente. En pluralidad habría que denominarlos angloparlantes o angloamericanos; quizá por esa generalización que se hace con Hispanoamérica, es que son tan intrincadas las relaciones de Europa y de los Estados Unidos con nosotros. Los españoles y portugueses que llegaron al Nuevo Mundo, como así nos denominaron inicialmente los europeos, se mezclaron con nuestras indígenas dado que los descubridores y conquistadores llegaban solteros a estas Tierra de Gracia (llamada así por Colón, al asegurar que había llegado al Paraíso, tal como lo describe la Biblia, y así se lo escribió a su reina Doña Isabel).

En tanto que los ingleses que partieron del puerto de Plymouth en 1620 en el bergantín Mayflower, estaba conformado por protestantes calvinistas puritanos, cada uno con su esposa y familia, que salieron huyendo de la persecución religiosa; de modo que los varones no tuvieron necesidad de cruzarse con “las salvajes” locales, y el pecado no les era permitido ya que eran puritanos; quizá ese es el origen del destructivo e inmoral supremacismo blanco, que hoy pone en peligro, nuevamente, la paz interna del país que creó la democracia representativa.

De alguna manera las reflexiones anteriores vienen al caso por las extrañas denominaciones que la mayoría de la prensa europea les endilga a las tendencias políticas, dependiendo de la inclinación de sus propietarios. Por ejemplo, El País de España (y así Francia 24, Euronews, DW, etc.) cuando escriben de Brasil tildan de extrema derecha a Bolsonaro, y a Lula simplemente de izquierda, a pesar de que Lula fue cofundador con Fidel Castro, del peligroso Foro de Sao Paulo, de tenebrosa tendencia continental.

A Giorgia Meloni, la ganadora de las últimas elecciones de Italia, igualmente la identifican como representante de la ultraderecha, aunque no lo sea; pero no califican a Podemos o al movimiento Cinco Estrellas de ultraizquierda; así fue con Macri, pero a Cristina solo le deslizan el peronista.

Maduro por definición seria de extrema izquierda, así como Daniel Ortega y López Obrador aunque no sean marxistas ni comunistas; sus actuaciones los pondrían colocar, a estos sí, en ese peligroso grupo de la extrema derecha, por la destrucción social que provocan, contraria al orden universal y la paz social.