La vara y la corrección dan sabiduría, mas el muchacho consentido avergonzará a su madre. Cuando los impíos son muchos, mucha es la transgresión, mas los justos verán la ruina de ellos. (Proverbios 29:15-16). La multiplicación de la maldad, el crimen organizado y el accionar de las pandillas no es únicamente culpa de los gobiernos de turno, la responsabilidad primaria es del padre y la madre y su capacidad de corregir desde la primera infancia a los hijos que tienen comportamientos rebeldes y abusivos, el proverbio con el que se inicia este artículo es clave para que los padres retomen el rol de educadores sobre sus hijos y no descarguen su responsabilidad en el Estado, ya que muchos de estos jóvenes que ahora pertenecen a las pandillas no son producto de la casualidad, sino de la irresponsabilidad de los padres, particularmente de hombres cobardes que engendran hijos sin estar preparados emocional y económicamente, de ahí que los niños crecen sin limites, carentes de un modelo de respeto a la autoridad, de modo que el entorno violento los educa, aprenden sus primeras lecciones de los malos, donde les hacen creer que los buenos son los que pertenecen a las pandillas y los malos son el resto de los salvadoreños, todo estos antivalores son el pan de cada día.

Pero ¿cómo contrarrestar una cultura tan violenta que está enquistada en los barrios más pobres y sectores excluidos de la sociedad salvadoreña, que por décadas han traído luto, dolor y extorsión al país? Es evidente que utilizar la represión como único mecanismo para disuadir y perseguir el accionar pandilleril, no solo es errado, sino que multiplica el problema pandilleril, dado que se criminaliza la pobreza. Ahora bien, dejar únicamente en las manos de los padres de familia la responsabilidad de educar a los hijos, cuando no hay un sistema educativo de calidad vinculado a los valores, cuando se le niega a los jóvenes la oportunidad de superarse.

Un Estado que no genera el empleo suficiente para con sus ciudadanos, en la que un ingeniero o médico gana $400 al mes versus un funcionario publico sin credenciales académicas que puede llegar a ganar hasta $8,000 al mes, no solo es moralmente reprochable, sino que es un insulto contra el esfuerzo de miles de salvadoreños que culminan una carrera con dificultades extremas. De manera que el rol del Estado, no es dar alimentos, ni regalar los recursos públicos de forma indiscriminada, sino crear las condiciones necesarias para que los ciudadanos en igualdad de condiciones se superen y alcancen la autorrealización.
Cuando los gobernantes logran entender este punto, invierten un buen porcentaje del presupuesto general de la nación en mejorar el sistema educativo, porque saben que un ciudadano educado, tendrá mejores oportunidades y será más valioso para el Estado, pero cuando los gobernantes solo piensan a corto plazo, y no en el futuro, invierten únicamente en la represión, por ello aumentan el número de soldados y policías, su presupuesto es alto en armamento militar en detrimento de la calidad educativa. Es triste pero esta ha sido la historia de El Salvador, la cual no ha cambiado en la actualidad.

Por esa razón solo se ha venido atacando los efecto delictivos de las pandillas, como lo son; los asesinatos, la extorsión y las amenazas, pero las causas que originan el fenómeno pandilleril, siguen vivas, como lo es la ausencia de valores en los hogares, la pobreza, la exclusión social, la carencia de empleo, la corrupción estatal, dado que al drenar los recursos públicos por parte de funcionarios corruptos, no se logra construir una escuela o mejoras el sistema educativo. De manera que para para combatir a los verdaderos enemigos del país, se debe trabajar de forma triangular, primero desde la familia en la siembra de valores en los hijos.

El Estado no debe enfocar únicamente su estrategia en al represión, sino en la prevención y la reinserción social, para brindar una mano amiga a todo aquel joven que quiere salir del infierno llamado pandillas. Pero mientras no se sustituya la pobreza con educación, libros en lugar de balas, uniformes escolares en lugar de uniformes militares, escuelas públicas en lugar de tanquetas blindadas y oportunidades en lugar de viajes lujosos en jet privados de funcionarios públicos, nada cambiara en el país.