La pandemia del COVID-19 ha sido el evento de este siglo con mayor impacto, no solo en el área de salud, sino económica, social y muy probablemente cultural. Aunque los riesgos que conlleva la pandemia son similares en los distintos países, la forma en que líderes han afrontado esos han variado significativamente. La revista “The British Journal of Politics and International Relations” publicó, recientemente, un artículo que ofrece un marco para observar los diferentes tipos de comportamientos y reacciones de líderes a la COVID-19, siguiendo las ventajas analíticas del Análisis de Rasgos de Liderazgo (LTA) (Hermann, 2009).

Este marco incluye en su análisis tres variables mayores: (1) propensión al riesgo frente a aversión al riesgo; (2) flexibilidad y pragmatismo frente a rigidez y vacilación; y (3) defensa de las normas frente a ambivalencia de las normas. Siguiendo estas variables, pretendemos estudiar las características del liderazgo durante el manejo de la pandemia en El Salvador.

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, inició desde febrero de 2020, antes de la declaración de pandemia por la OMS y sin ningún caso reportado en territorio nacional, medidas tempranas y estrictas de contención de la pandemia, tales como: cerrar sus fronteras, incluido el aeropuerto y establecer un régimen de excepción, con centros de contención incluidos. En marzo, de ese mismo año, y ante la solicitud de la Presidencia, la Asamblea Legislativa aprobaba dos leyes temporales, Decreto N.o 593 “Estado de Emergencia Nacional de la pandemia COVID-19”, y el Decreto N.o 594 “Ley de Restricción Temporal de Derechos Constitucionales concretos para atender la pandemia COVID-19”, los cuales constituían un régimen de excepción por 15 días, a partir del 15 de marzo de 2020.

A finales de marzo, un nuevo decreto de la Asamblea Legislativa prolongó este régimen, pero con modificaciones que restringían y debilitaban el accionar del Ejecutivo, favoreciendo la defensa de los derechos humanos de la población. Esta acción también fue respaldada por la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.

Durante el manejo inicial de la pandemia, el Gobierno de Bukele adoptó una postura más reacia al riesgo con una alta percepción de control, demostrada por la adopción de medidas estrictas y una postura más dura para reducir el riesgo, ya que las circunstancias le brindan una oportunidad para aumentar su nivel de influencia. Impulsó restricciones más estrictas, cuando se compara con el resto de los países centroamericanos; también se mostró más cauto a la hora de levantar ciertas medidas, como el uso de mascarillas y la apertura de tiendas y locales de hostelería. Durante el curso de la pandemia, el comportamiento del virus variaba a través del tiempo y exigía la adaptación de las diferentes medidas de contención. Durante este periodo, el Gobierno demostró una rigidez y vacilación para adaptarse al curso de la pandemia, así como una inclinación hacia la restricción en la rendición de cuentas a la ciudadanía, que progresivamente lleva a la inaccesibilidad total de la información pertinente al comportamiento de la pandemia.

El manejo de la pandemia demostró una falta de apertura ante nueva información con tendencia a reinterpretar las circunstancias para adaptarlas a su visión del mundo, fuertemente jerárquicas e insensibles a las señales externas. La centralización de la información, aunque comunicada efectivamente, por lo menos al inicio de la pandemia, no perseguía empoderar sino emocionar a la ciudadanía, restringiendo efectivamente la participación organizada individual y colectiva. El manejo técnico de la pandemia fue totalmente cerrado a la influencia de grupos externos y más centrado en la protección de su propio grupo con tendencia a percibir el entorno como más amenazador.

Retrospectivamente, el análisis sugiere que el liderazgo político fue demasiado vertical e insuficientemente informado en la toma de decisiones, además de rígido ante la producción de nueva evidencia científica. El éxito o fracaso en el manejo de la pandemia en El Salvador, como mínimo es controversial. Un hecho claro, es que el sistema de vigilancia, al no reportar un número importante de muertes, infiere un impacto insuficiente en la protección de la población.

El fortalecimiento en base a la experiencia del sistema de salud exige una reflexión abierta, transparente e incluyente.