No, no es escrito para un periódico católico, tampoco es el nombre de una película religiosa, me refiero a lo que sucedió en el accidente de la rastra y otros pormenores. Desglosemos, en el primer acto a don Carlos Portillo, el destino le jugó algo inesperado, la rastra, la cual manejaba por muchos años, tuvo desperfectos en los frenos y se pasó llevando, como juguetes, a una veintena de vehículos, luego vino los llantos y desesperación.

En el segundo acto aparece una samaritana, alguien que no estaba en el guion. Ella, sin pensarlo dos veces, repartió agua a los que ayudaban a rescatar a seres humanos que clamaban asistencia. Los gestos humanitarios merecen recompensa.

Rescatistas y colaboradores hicieron su trabajo. Siempre, hay seres humanos valiosos que echan el hombro sin esperar nada a cambio. Bien saben que tarde o temprano pueden necesitar también auxilio. Entretanto, los mirones solo disfrutaban el show, no levantaron ni una pestaña para colaborar. A la señora le preguntaron si asistía a una iglesia, ella dijo que sí. En la realidad, algunos entran y salen de las iglesias y no aprenden a ser empáticos con el prójimo.

Cuando se colabora en las catástrofes (terremotos, huracanes, deslaves, etc.) no hay clases sociales, raza, religión u otra diferencia, lo importante es salvar vidas. En ese accidente no hubo categorización si era un conductor de un Mercedes Benz o un “toyotiya” el que estaban liberando entre los hierros retorcidos. Lo importante era salvar vidas.

Es que así somos los seres humanos cuando tenemos que ayudar al prójimo. En el tercer acto, aparecen los familiares de uno de los fallecidos en esa tragedia. La religión hizo que en sus corazones no hubiese rencor. Se resignaron a enterrar a su familiar. Nelson Mandela estuvo preso 27 años injustamente y salió de la prisión sin rencor alguno.

Mientras tanto, el pueblo salvadoreño clamó por la libertad de don Calín, videos, fotos y miles de “No se merece estar preso”, lograron que el conductor de la rastra se reuniera feliz con su familia. Dios y la justicia hicieron que la ley actuara bien. Se aplicó el debido derecho.

Si lo anterior se aplicara para miles de detenidos o acusados injustamente. Si el pueblo analizara cada caso, aquellos que no fueron mediáticos. Casos de gente pobre que no tuvo ni un cinco para pagar abogado. Es que la justicia a veces no es justa, como dijo monseñor Romero “La justicia es igual a las serpientes, sólo muerden a los que están descalzos”.

Me imagino que a don Carlos no le darán la oportunidad de manejar una rastra nuevamente. ¿Cómo hará para poder mantener a su familia? Psicológicamente ese acontecimiento le afectará de por vida. Él mismo dijo que no tuvo la culpa. A veces el ser humano comete yerros y a veces quita la vida a otro ser humano sin causa justa. Es que el soldado tiene un perdón diferente. Sin embargo, don Carlos y la familia de los fallecidos recibieron ayuda económica. De otros países donaron un granito de solidaridad.

Y, los de cuello blanco, los que se enaltecen con el fuero, los evasores de impuestos, los usureros, etc. ¿También tienen que ser perdonados? O se justifica el narcotraficante que recibe halagos o un “no se merece estar encarcelado”; ya que, con su fraudulento dinero, construyó escuelas y hospitales.

Lo anterior es muy diferente al caso de don Carlos, hasta yo, sin ser abogado o “leguleyo” escribí en las redes sociales “Ojalá salga libre”. Los familiares recibieron con alegría al motorista; en otro contexto de esta historia, los familiares de los fallecidos tenían una silla vacía en su hogar. La vida puede cambiar en segundos. Este acontecimiento nos deja una gran moraleja, una acción de perdón vale más que una conciliación por dinero. Así como se suele ver en muchos casos. Como que si el dinero curase las heridas.

Este planeta sufre a cada instante todo tipo de problemas y los seres humanos son solidarios. Las sillas vacías quedaron en dos hogares. Nos queda lecciones de amor, solidaridad, generosidad y los sinónimos que le quiera incorporar. Si el ser humano supiera perdonar, no hubiese tantos problemas.

En plena cuaresma logramos prestar atención al perdón, las disculpas; logramos observar que el ser humano es buena persona, no piensa dos veces para colaborar con el prójimo. El perdón es lo que se nos quedó grabado en nuestras mentes.