Continuando con la entrevista realizada al normalista Francisco Tomás Orellana, quien con gusto expresó sus vivencias como estudiante en la ENAM. Su esposa Mercedes Pleitez, también fue maestra, se graduó de Escuela Normal de Maestras “España”.

¿Cuáles eran las características de un estudiante Normalista?
La solidaridad, por ejemplo, un excelente nadador del equipo tenía dificultades para alcanzar el rango en salto que le pedía el profesor de educación física y los compañeros solidariamente le reclamaron al profesor que porque le podía exigir tanto a un alumno que ponía tan en alto a la ENAM con la natación. Una prueba muy grande de solidaridad fue la huelga de normalistas en el año 1953 en protesta por un maltrato que había recibido un estudiante de quinto año. La huelga se llevó a cabo en difíciles condiciones difíciles en el marco de una situación política tensa, pero logro resolver la situación favorablemente. La ENAM nos ponía como ejemplo el ideario de Alberto Masferrer, éramos expuestos a sus obras y manteníamos el contacto con la familia de Masferrer como una muestra de respeto a la familia cuyo nombre honraba nuestra institución. Se nos inculcaba respeto profundo a la conducta humilde y digna que debíamos tener los aspirantes a maestros y un desapruebo a la pedantería. Nos inculcaron el cariño a la unión de Centroamérica y teníamos buenas relaciones con Escuelas Normales en Centroamérica, México y con instituciones de Estados Unidos e incluso había becarios de otros países en la ENAM.

¿Qué actividades extracurriculares realizaban en la ENAM?
Se organizaban excursiones o delegaciones que nos visitaban. Pero una crítica del sistema en la ENAM es que no había buenas relaciones con los padres de familia ni se fomentaba la conexión con la comunidad. Una vez mis compañeros recogieron provisiones para los damnificados de un terremoto, pero no fue la institución quien apoyo en eso sino fueron ellos quienes tomaron la iniciativa.

¿Era difícil estudiar en la ENAM?
En cuanto al aspecto instructivo este era rigoroso, lineal y no participativo. Lineal porque el maestro llegaba ya preparado y se suponía que el maestro ya lo sabía todo. La manera de medir lo que había aprendido el estudiante era el examen. El alumno recibía todo pasivamente. A pesar de esto, el currículo era muy amplio, variado y completo. La primera parte era el plan básico que era común a toda la educación secundaria, incluso, el bachillerato y después estudiábamos la parte pedagógica donde se nos daba: psicología, pedagogía, cosmografía, anatomía, historia, lógica, entre otras.

¿Cómo compara la educación de ese entonces con la educación actual?
Considero que la educación que recibimos era eminentemente realista y que tenía en cuenta tanto los recursos humanos como el medio en que vivíamos y en el cual posiblemente trabajaríamos. Por ejemplo, se nos enseñaba a dibujar mapas con un sistema de cuadriculas para ir dibujando parte por parte ya que en muchas escuelas no había mapas. También aprendimos a usar utensilios de comida porque éramos todos humildes y había muchos que solo habían comido con la mano. Se nos enseñaba incluso, y esto me causa risa, cómo invitar a una muchacha a bailar y cómo saludar a una persona mayor. En la asignatura de medicina preventiva se nos hablaba del paludismo y de cómo debíamos estar preparados para reducir el riesgo de transmisión. Todo tenía que ver con las posibles situaciones que enfrentaríamos y cómo resolver situaciones con los recursos a nuestro alcance. Una de las diferencias que existe con la educación actual es que ahora se reconoce el valor de la participación del estudiante y las tendencias son de enseñarle al joven a analizar, discutir y cuestionar.

¿Qué consejos puede dar a los educadores actuales?
La educación actual debería ser motivadora con maestros como facilitadores, debería ser una educación indagatoria basada en la investigación del estudiante para descubrir el conocimiento. Ya el alumno no recibe el conocimiento inerme sino lo descubre con metodología investigativa. Además, debe ser una educación crítica, pues se basa en revisar y criticar los conceptos que se van recibiendo, debe ser creativa porque cada proceso de transmisión de conocimientos tiene nuevos retos y desafíos. Debe ser integradora porque debería de integrar todas las experiencias del estudiante. Los legados de las escuelas normales figuran el sentido de pertenecía al gremio magisterial que se creó y que se mantuvo en la solidaridad y la dignidad de las luchas magisteriales impulsadas por valores normalistas. Se fomentó un compromiso social de parte del maestro, quien a su vez fue recipiente de bienestar magisterial incluyendo ahora el tribunal de la carrera docente que asegura que los profesores trabajen cerca de su domicilio. Las escuelas normales nos fomentaron la dignidad y por cierto que el lema de ANDES, ‘por la dignidad del magisterio’. El legado normalista ha sido el hacer del maestro un verdadero profesional y el reconocimiento de que la educación es un elemento crucial para superar no solo la ignorancia sino la pobreza y un elemento clave para el progreso social y económico de un país.