La vigencia del Poema de Amor de Roque Dalton demuestra la agudeza histórica de aquella extraordinaria pluma, fiel reflejo de su incomparable ingenio político y literario, solo explicable por la claridad del sólido compromiso social, acrisolado en la práctica y por profundo conocimiento perspectivo de la salvadoreñidad. Esa obra muestra la historia de un pueblo emergido de la tragedia de la miseria, la opresión, el sufrimiento que dieron forma a la viveza innata, a la tenaz estoicidad de disponerse al máximo sacrificio por construirse un futuro mejor.

El poema recoge el sufrimiento de muchos compatriotas en aquella época, y, poniendo en contexto las trágicas consecuencias del ancestral éxodo migratorio, expresa “... se pudrieron en las cárceles de Guatemala, México, Honduras, Nicaragua, por ladrones, por contrabandistas, por estafadores, por hambrientos, los siempre sospechosos de todo...”. Parece una premonición a la tragedia social que sufre la nación debido al encarcelamiento de miles de salvadoreños inocentes, “de apariencia sospechosa” o “nerviosa” -¿Qué salvadoreño humilde no se pondría nervioso frente a una autoridad con el poder de mandarlo a la cárcel sin derecho a defensa por, al menos, 6 meses?-.

El drama se repite en la historia, esta vez en suelo patrio. Miles de hambrientos se pudren detenidos en el contexto del Régimen de Excepción indefinidamente impuesto por Bukele, cuyo avieso objetivo aún está por develarse totalmente. A esta última tragedia que vive el país se refirió una de nuestras mayores autoridades morales, el cardenal Gregorio Rosa Chávez al exponer: “por eso duele tanto ver cuarenta mil jóvenes, o más, hacinados en cárceles de El Salvador tratados como animales, sin esperanza de futuro (...) las familias están angustiadas por esa realidad, están angustiadas y no las dejaremos solas” y agregó “ha habido muchos excesos, abusos de poder, están documentados; debe respetarse la dignidad de culpables o inocentes”. Es necesario reflexionar que convertir antivalores en una política de Estado, centrada en promover la crueldad, la deshumanización, el odio, la venganza y el desprecio por la vida solo hará crecer los enconos para acrecentar la purulencia de un tumor social de mayores proporciones.

Esta “política” de seguridad fundamentada unilateralmente en la brutal persecución y represión ha echado al traste todos los esfuerzos de reinserción implementados principalmente por organizaciones de la sociedad civil, en particular, de iglesias cristianas que habían logrado con mucho esfuerzo reinsertar a la vida social y productiva a cientos de jóvenes alejados de los grupos criminales de pandillas. La represión indiscriminada ha dejado hasta la primera semana de agosto alrededor de 49000 personas detenidas, miles de ellas inocentes, en el contexto de un indefinido régimen de excepción que restringe la libertad de asociación, la inviolabilidad de las comunicaciones, el derecho a la defensa y altera el plazo máximo para una detención administrativa, prolongando el dolor de las familias y de quienes guardan prisión junto a criminales, quedando expuestos a sufrir daños a su integridad personal.

El Régimen de Excepción, además de represivo y anti democrático, ha sido convertido en pretexto para suprimir de facto el acceso a grandes volúmenes de información pública y oficiosa según la ley, como los datos estadísticos que producen dependencias gubernamentales como los relacionados a homicidios y desaparecidos. De la misma forma, so pretexto del Régimen de Excepción, el gobierno ha habilitado los mecanismos de libre gestión y compras directas, evadiendo el cumplimiento de la Ley de Adquisiciones y Contratación de la Administración Pública (LACAP) para construir una mega cárcel y otros proyectos multimillonarios. Además de opacidad, este atajo administrativo se presta para florecer la corrupción.

Tanto el Régimen de Excepción como la mega cárcel de Tecoluca apuntan a ser el mayor monumento a la incapacidad de impulsar una estrategia de seguridad pública que integre los componentes promovidos por Naciones Unidas ante crisis de esta naturaleza; en las que se debe combinar de manera armónica además de la represión del delito como herramienta del Estado, la ejecución de políticas de prevención, reinserción y atención a las víctimas de la violencia. Cada gobierno es caracterizado y recordado por la trascendencia de las políticas y obras tangibles que pudo materializar. A algunos se les recuerda por la construcción de las presas hidroeléctricas, a otros por una cancha por día, o por una escuela por día, a otros por alcanzar la paz, por instalar Ciudad Mujer o por la entrega de paquetes escolares. Este gobierno parece que será recordado por la mega cárcel “Centro Penitenciario N. A. Bukele” para recluir a miles de inocentes de “los tristes más tristes del mundo”.