Make America Great Again (MAGA), “Hagamos América grande de nuevo” es el slogan identificatorio de la campaña electoral de Donald Trump desde el 2016, que ahora utiliza con mayor fuerza emotiva. Por supuesto, no faltan en cada concentración las banderas confederadas de los antiguos estados esclavistas, productores de algodón, todos los del sur de la nación; incluyendo al codiciado estado de Florida por sus playas, sol, vegetación y su toque hispano, desde que Juan Ponce de León en 1513, se asentó en ese territorio en nombre del rey de España.

Y esto es importante aclararlo, la Guerra de Secesión o la Guerra civil estadounidense (1861-1865) se originó, justamente por la resistencia de los estados sureños de Alabama, Florida, Carolina del Sur, Mississippi, Georgia, Louisiana y Texas, a los que se sumarían luego cuatro estados más, de aceptar la abolición de la esclavitud, decretada por el primer presidente republicano de la historia, Abraham Lincoln.
Fue una guerra larga, cruenta que dejó más de un millón de muertos, a los que habría de sumar los incapacitados, mutilados dejados en la contienda, que terminó con la rendición del bando confederado el 9 de abril de 1865.

Claro está que los propietarios de extensas tierras productoras de algodón y tabaco no iban a aceptar la abolición de la esclavitud; su poder económico se sustentó no en una mano de obra barata, sino en su inexistencia. Además, tenían la convicción que los hombres de raza negra no eran hombres, conforme a su definición de hombre, en sentido universal, para que no se ofendan las radicales. Al punto que existió una sentencia de la Suprema Corte de 1857 que llegó a afirmar que “los esclavos eran tan inferiores que no tenían derechos que el hombre blanco debiese respetar”.

Y la paz trajo consigo el fortalecimiento del gobierno federal, y con ella la prosperidad económica, la integración territorial, de la nación, y el sentido de pertenencia a un proyecto superior a las diferentes visiones localistas, por más arraigadas que ellas fueren.

El caso es que con el advenimiento del fanatismo y populismo político, en particular con la aparición del fenómeno mediático llamado Donald Trump en el 2016 y su candidatura presidencial presentada por el Partido Republicano (el mismo partido que llevó a Lincoln al poder y con él, la abolición de la esclavitud sustentada en los postulados de Thomas Jefferson), se abrió una nueva etapa en la idiosincrasia, el espíritu americano esculpido en el transcurso de dos centurias, que nos retrotrae a un espacio de tiempo similar, previo a la Guerra de Secesión a la que hemos aludido.

En realidad, antes del 2016, en el seno del Partido Republicano se había instalado un pequeño pero influyente grupo de militantes compactados en lo se llamó el Tea Party, cuya cabeza visible fue la muy particular gobernadora de Alaska Sarah Palin, la ex candidata a la vicepresidencia del país (2008) en la formula comandada por el senador John McCaine, ex héroe de guerra y quizá el último republicano de la vieja escuela, en lo económico, moral, jurídico e histórico. Trump no quiso cerca a la Palin, quizá porque era muy mediática y él no admite competencia posible; por ello introdujo el Make America Great Again, aunque ya Ronald Reagan la había utilizado con alguna variación incluyente.

Esa consigna encierra una interrogante ¿Qué significa realmente hacerla grande de nuevo?, porque es grande en todo sentido. Lo cierto es que desde el 2016 los supremacistas blancos la han tomado para sí, igualmente los movimientos religiosos conservadores del sur del país, reaparecieron las banderas confederadas, la crímenes raciales, la prepotencia y el desprecio absoluto -no oculto- hacia las instituciones republicanas de la nación, el Congreso, el Poder Judicial y hasta el legislativo.

La violencia racial ha tomado las calles del país, ya no es contra los americanos de raza negra, sino contra latinos, mediterráneos, asiáticos y del medio oriente; no todos los latinos, los mestizos, al igual que a los asiáticos, o cualesquiera que no pareciere anglosajón. Mientras, banderas nazis se mezclan con la confederada y la de la Unión. Los populistas fundamentalistas o no, son un peligro para su pueblo y su entorno internacional !Ojo con eso!