El amor de una madre hacia sus hijos es sincero, profundo, puro, intenso, inmenso, infinito, incondicional... lo más parecido a lo divino. Las lágrimas de una madre por la angustia de sus hijos nacen del corazón y son las más sinceras y dolorosas. Ellas merecen ser amadas por sus hijos con todas las fuerzas del alma. En su senilidad merecen el más honesto y agradecido amor de sus hijos.

Alguien dijo coloquialmente que Dios no podía estar en todas partes a la vez y que por eso creo a las madres, y es que como dicen, alguien puede ser muy pobre materialmente, pero si tiene viva a su madre o la recuerda con amor, es una persona inmensamente rica.

En nuestro país cada 10 de mayo se celebra el Día de la Madre, para rendir un reconocimiento y una eterna gratitud a esas mujeres lindas, nobles, valientes, amorosas, tesoneras, adorables y sacrificadas que son capaces de soportar el dolor por sus hijos y dar la vida si es necesario. En realidad todos los días son para las madres, pero el 10 de mayo es quizá, el día más especial.

Algunos tienen la dicha de tenerla viva y disfrutarla, abrazarla y besarle la frente para expresarle cuanto la aman. Otros, como yo, solo miramos al cielo para recordarla con mucha ternura y esbozar una lágrima sincera que nos rememora los tiempos en que siendo niños y adolescentes la tuvimos viva para protegernos, embelesarnos y amarnos. Qué felices fuimos con nuestra madre, la mujer que siempre creyó en nosotros, que se ilusionaba con nuestro futuro, que a escondidas lloraba cuando sufríamos o fracasábamos, que aguantaba hambre con tal de satisfacer nuestro apetito, que soportaba frío para darnos calor, que aguantaba sed para saciar la nuestra, que siempre nos vio bonitos aunque llegáramos a casa sucios y desgarbados, que desvelada nos arrullaba para cuidar nuestro sueño, que lloró de emoción al vernos triunfantes, que nos supo dar consejos para conducirnos por la vida, que sufría más que nosotros mismos cada vez que nos castigaba por nuestras travesuras, que pese a nuestro mal carácter y a nuestros errores se esmeraba en vernos buenos y virtuosos. Madre te extraño.

Mi madre, Elena Sánchez, está en el cielo desde aquel 16 noviembre 1994, pero todos los días es mi fuente de inspiración y siento su presencia a mi lado y en mi familia. Recibió el llamado celestial cuando apenas era una joven y hermosa mujer de 49 años. Ella lloró conmigo cuando nació mi primer hijo, ella me abrazó fuerte y sincera cuando me recibí de la universidad, ella me dio los consejos más sanos cuando le anuncié mis deseos de formar mi propia familia, ella lloró por mi cuando de niño enfermaba, ella (y mi padre) estuvo a mi lado para impulsarme cuando flaqueaban mis esfuerzos, ella se sentía orgullosa de mis logros, ella procuró formarnos con valores y nos enseñó la importancia de hacer el bien, ella procuró dar lo mejor de sí para que mis hermanos y yo fuéramos niños y adolescentes felices, ella me dio los castigos más merecidos en mi vida, ella junto a mi padre y mis hijos son mi mayor tesoro de recuerdos y vivencias impregnadas de felicidad y cariño. Gracias Dios por haberme dado a una dignísima, valiosísima y grandísima mujer como madre.

A mis amigos les aconsejo que si tienen viva a su madre la cuiden, la protejan y le den todo el amor y cariño que merecen. Como dicen por ahí, no importa las personas que conozcas y pasen a tu lado, tu madre es única y siempre te amará más. No hay que esperar el 10 de mayo para visitarla, hay que hacerlo cada vez que se pueda y cada vez debe ser siempre. Llamarla todos los días, llevarle una flor de vez en cuando, besarle la frente, permitirle que juego con los nietos (es su felicidad de vernos crecer nuevamente a través de nuestros hijos), tomarle la mano y acariciar su cabello pintado por el paso del tiempo, verle a los ojos y decirle “te amo infinitamente mamá”.

En el hospital, en la cárcel, en tu desgracia en general, siempre tendrás a tu lado a tu madre, velando por tu enfermedad, creyéndote inocente, orando por ti. Nunca le desprecies un vaso de agua o una comida que te preparó con amor. Si te regala una bufanda póntela de inmediato y exprésale con un abrazo lo feliz que te hace el presente, aunque haga calor. Tu madre, es lo más parecido a lo divino, si no es que en verdad es lo divino.

He visto a madres llorar y abrazar a sus hijos criminales, desahuciados por la sociedad. He visto a madres solitarias llorar por sus hijos desagradecidos... Nosotros seamos agradecidos eternamente con Dios y no abandonemos nunca a nuestra madre, a nuestra abuela. Hasta el cielo,¡Felicidades mamá!