Enero es el mes de las tribulaciones y ajustes presupuestarios para cualquier familia, hoy preocupadas por el tardío inicio del año escolar, urgidas por la necesidad de clases presenciales, angustiadas por el aumento del precio de los útiles escolares hasta en un 30% que complica más la inalcanzable canasta básica; a lo que se suma la baja calidad y cobertura de la educación y, por si fuera poco, el precario estado de la infraestructura de muchos centros educativos.

Entre los parámetros que ponderan el progreso social de un país están los resultados gubernamentales sobre la excelencia educativa basada en una currícula consensuada con las necesidades nacionales, un porcentaje suficiente del PIB -que en nuestro caso es del 5.1%, muy lejos de la promesa de Bukele de superar el porcentaje de Costa Rica que ronda el 7%- y todavía más lejos del trato digno con que el Estado salvadoreño debiera tratar al magisterio por su delicada labor de ser obreros calificados del conocimiento, comprometidos con la formación de nuevas generaciones.

Los retos inmediatos del ministro interino son cumplir con los ODS (Objetivos del Desarrollo Sostenible de Naciones, periodo 20-30) facilitando el acceso a los diferentes niveles de educación, ampliando la cobertura preescolar y de secundaria, reduciendo los altos niveles de deserción escolar así como la excesiva proporción de alumnos por docente, especialmente en parvularia y educación media, actualmente con 27 y 40 alumnos por docente. También debe ocuparse de cerrar la brecha causada por las ineficaces modalidades de educación virtual y a distancia implementadas durante la pandemia, las que causaron grave retraso educativo acentuando el analfabetismo, principalmente entre el primero y cuarto grado; además de ansiedad, depresión y dificultades en las capacidades de socialización.

La principal riqueza nacional es la gente. Nuestro territorio carece de significativos recursos naturales, por lo tanto el grado de ventaja para la inserción al mundo globalizado depende de la excelencia de la cobertura y calidad de la educación, una tarea muy difícil si se toma en cuenta que el 5.1% del PIB para educación reflejado en el presupuesto general de la nación es artificioso y queda desnudo ante la baja ejecución presupuestaria gubernamental. Durante 2022 el Ministerio de Educación solo ejecutó el 29% de 456 millones destinados para infraestructura educativa; tampoco ejecutó los 70 millones del presupuesto del programa “Mi Nueva Escuela”, ha sido incapaz de resolver el retiro digno para más de 12 mil docentes en edad de jubilación; ni dio respuesta al ajuste salarial del magisterio que corresponde a este año, de acuerdo a la Ley de la Carrera Docente.

Bukele no cumplió sus promesas efectuadas ante la Plaza Universitaria (UES). Aquel día dijo que iba a superar el presupuesto universitario por sobre los países de la región; a equipar todas las facultades y a darles tecnología, que daría mantenimiento a la infraestructura, renovaría el moviliario, modernizaría las bibliotecas; construiría una residencia universitaria, una clínica de bienestar universitario, edificacaría las sedes universitarias en Chalatenango, Morazán, Usulután y Ahuachapán; así como centros de desarrollo cultural y educativo en Sonsonate, Metapán, La Unión. Ya está sobre el cuarto año de gobierno y no ha efectuado los traspasos de propiedades comprometidas para estas sedes, incluso Hacienda todavía debe 30 millones del presupuesto 2021-2022 a la UES.

Bukele tampoco cumplió con destinar 16 millones (la mitad del presupuesto del nuevo edificio legislativo) para construir 50 escuelas modelo, 5 escuelas de arte y 14 bibliotecas, una por cada departamento. Prometió que AMAZON instalaría en El Salvador el primer “Cloud Learning Center” de toda Latinoamérica para capacitar junto a su gobierno a 80,000 jóvenes sobre el internet de las cosas, inteligencia artificial y robótica, para insertar a los jóvenes en la cuarta revolución industrial, de aquello solo quedan los tuits y las notas propagandísticas. Ahí tambien quedó la promesa de crear el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología.

En su programa de gobierno Bukele se comprometió a generar 20,000 becas bajo el programa Dalton, parte de ese dinero fue presupuestado en los años 2020, 2021 y 2022, con dos millones por cada año. Esos fondos nunca se ejecutaron y el fondo ya no aparece en el presupuesto de 2023. No hay que olvidar que a la debacle educativa hay que sumar que con la severa reducción del FODES a las municipalidades se esfumaron todos los programas de becas municipales. Es evidente el mayor interés gubernamental por la publicidad que por la educación.