En cualquier guerra, desde la Civil española hasta las libradas contra el crimen organizado en México y en Colombia, el contraste de información verificable nos muestra una “tomografía” del campo de batalla, una perspectiva de la intención de las operaciones y revela que, con el tiempo, nada queda oculto. Planes militares, informes de inteligencia publicados por diversos países, testimonios de las víctimas y de los involucrados desde todas las perspectivas, así como la recopilación mediática de los “partes de guerra abiertos” -que tienen como propósito de informar e incidir en la opinión pública, destacando los pasajes que contribuyeran a moralizar y a resaltar un espíritu de victoria- terminan exhibiendo las entrañas de las que esta hecha una guerra.

Con el transcurrir de los años se desclasifican muchos documentos, entre ellos los “partes internos” que descubren el crudo estado de las fuerzas en contienda, número de efectivos, calidad de fuerza, experiencia combativa, situación y disposición moral o el estado general de salud. De manera particular, hoy conocemos de aquellas guerras las disponibilidades y condiciones de armamentos, equipos, tecnología y transporte, las reservas de municiones, vituallas y la cobertura sanitaria. Un apartado especial también reflejaba las particularidades climáticas y topográficas de cada escenario, la disposición de las tropas enemigas, con todos los detalles conocidos; la evolución y posibles tendencias de los escenarios; las alternativas de maniobra en el terreno; todo con el propósito de que las jefaturas dispusieran de los insumos suficientes para la toma de decisiones sobre las que tarde o temprano se debe de responder.

A la luz de la reconstrucción de los conflictos bélicos existe la certeza de que con el tiempo todo sale a luz, por tanto la ciudadanía tiene la responsabilidad de aguzar el conocimiento, profundizando la información y el análisis sobre los detalles, alcances y posibles resultados de la ya conocida “Guerra contra Pandillas”, temerariamente declarada por el régimen de Bukele, con un altísimo grado de improvisación operativa pero a la vez con una descomunal maniobra mediática de alcance electoral, magistralmente montada sobre la manipulación del legítimo repudio de la población en contra de estos grupos delincuenciales por sus abominables crímenes.

Este despliegue de operaciones ha desatado redadas que en tres semanas han causado la detención de más de doce mil “sospechosos”, entre los que “pagan justos por pecadores” debido a la captura de miles de falsos positivos. Tal como lo han denunciado en reiteradas oportunidades diversos organismo defensores de Derechos Humanos y el Movimiento de Trabajadores de la Policía (MTP) las detenciones obedecen a la imposición mecánica de cuotas de capturas a cada delegación policial, sin que exista un trabajo de inteligencia policial previa que se fundamente en requerimientos fiscales; llegando al extremo de armar paquetes de capturados sin conexión, en distintos lugares y circunstancias que son presentados como estructuras organizadas. Por otro lado, también hay denuncias sobre personas que, de manera malsana, y por rencillas personales, se están denunciando unas a otras.

De acuerdo a la Universidad Francisco Gavidia en el país habían 2,276,808 de personas en condiciones de pobreza en el año 2021, esta población vulnerable se encuentra ubicada en el medio del terror causado por el asedio y control territorial de los grupos criminales de pandillas, y la feroz represión indiscriminada del régimen de Bukele que ha estigmatizado a estos jóvenes en condiciones de escasez, por el solo hecho de vivir en barrios marginales.

La guerra desatada por Bukele no tiene posibilidades de resolver mágicamente este gran problema social. Su complejidad requiere de estrategias consensuadas de corto mediano y largo plazo. Solo una estrategia integral enfocada en la superación de la pobreza, que combine la fuerza legal del Estado, programas de prevención, de reinserción y atención a las víctimas, articulado con los países del Triángulo Norte -que adolecen del mismo problema-. Además, se requiere del apoyo de la comunidad internacional, en particular con EEUU de donde día a día llegan deportados, entre los que se incluyen curtidos criminales. Con el transcurrir del tiempo conoceremos datos oficiales, sabremos de los tratos ocultos con las pandillas. A diferencia de otras épocas, es más factible recoger y documentar los testimonios de todas las partes, hay mayor capacidad de investigación periodística y de los tanques independientes. También, es más robusta la institucionalidad derivada de los convenios, tratados y organismos internacionales que superan las capacidades de Nuremberg.